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Toda la amargura de las pinturas de Francis Bacon se disuelve en esta imagen misteriosa y juguetona: Retrato de George Dyer en bicicleta. Yo me quedo con la impresión de guiño inocente que me ha causado, después de las caras de Inocencio y de los autorretratos y de la carne de matadero...\n\n No salgo del Prado con la sensación de que F.B. fuese un hombre especialmente triste, o amargado, o resentido. Me lo imagino como un tipo que se escindía entre el pintor y el no pintor, aunque ya sé que no hay dos partes sin intersección...\n\n Su amigo Dyer va en bicicleta como si en lugar de ir en una fuera sobre dos, y la rueda de delante son tres ruedas, y la de atrás se ha retorcido sobre sí misma, y eso es lo que veo, porque no atisbo a ver connotaciones que estén más allá de la imagen. También pudiera ser que George Dyer estuviera sobre el sillín de una bicicleta, y con la mano izquierda llevara el manillar de la otra, como hacíamos mis amigos y yo en la adolescencia, jugándonos el tipo, aunque yo sólo veo un manillar, así que habría que descartarlo...\n\n No puedo interpretar lo que veo. Me quedo sumido en una duda que quizás no ha de ser una duda sino una imposibilidad. ¿No es este cuadro el más alegre y juguetón de todos los que he visto? ¿No es algo cómico? ¿No es bueno ver comicidad y juego en una exposición de Francis Bacon? \n\n Debían de ser muy amigos, Bacon y Dyer, porque nadie retrata a alguien subido a una bicicleta tan fantástica si no lo quiere mucho.\n\n \n\n
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