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Contemplo una exposición del pintor Max Neumann. Me quedo parado unos instantes en el centro de la sala y miro a mi alrededor para que las impresiones que reciben mis sentidos se conviertan en ideas acerca de lo que me rodea. \n\n ¿Y qué es es lo que me rodea?\n\n Veo un hombre que tiene la cara vacía, que parece que sale de una pared de color crema, y que mira a su alrededor, aunque lo que pueda ver no es algo que se manifiesta de una forma precisa.\n\n Quizás a mí me ocurre lo mismo, quizás tengo también la cara vacía. De hecho, algunos no me conocen por la calle desde que me he dejado barba.\n\n ¿Eres tú? Perdona, no te había conocido.\n\n Quizás yo tampoco sepa lo que tengo a mi alrededor.\n\n El hombre que me rodea en esta pulcra sala de exposiciones es un hombre que no parece tranquilo, porque su cara me transmite una duda inmensa, como si no se atreviera a mostrarse delante de mí para que le pueda entender o susurrar al oído mis pequeñas dudas o sensaciones.\n\n No estoy seguro, ciertamente, pero pienso que le podría decir algo.\n\n Me quedo delante de dos pequeños cuadros apaisados en los que se ve un libro abierto. En las páginas del libro veo una cara, unas manos, y el hombre que mira el libro, porque no creo que forme parte de él. Quizás yo sea este hombre que mira el libro, sin saberlo a ciencia cierta.\n\n Estoy confuso, pero quizás es lo que pretendía Max Neumann.\n\n Quizás.\n\n Necesito volver a la calle. Hace sol, por entre los aleros de los tejados veo el cielo azul. No hay nada tan hermoso como la vida, aunque sólo seamos capaces de percibir esta belleza unos instantes. \n\n No sé qué me diría Max Neumann.\n\n \n\n \n\n \n\n
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