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El buen sentido debería de ser común a todos, aunque los condicionamientos de la experiencia puedan haber influido en que unos lo apliquen mejor que otros. Pero la voluntad de buscar lo mejor para los demás debería de ser inexcusablemente el deber de los que ejercen un cargo público. En mi Comunidad Autónoma los pactos -tan legítimos, como se encargan de vocear a derecha e izquierda- se convierten en un instrumento para crear redes de clientes de votos cautivos. La razón se reviste de hipocresía, y los subterfugios de los listos son la negación del buen sentido. \n\n
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