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Bajamos a Ciutat desde Sa Cabaneta a través de campos de almendros verdecidos en los que pastan las ovejas. El cielo es de un azul tan noble que emociona, y unas nubes blancas lo cruzan por poniente, sobre las montañas de la Sierra, y en vez de ser una amenaza parece que han salido para servir de contrapunto, como si se estableciera un diálogo entre varios instrumentos de la naturaleza: la viola del cielo y el violín de las nubes, y la mirada de cada uno de nosotros.\n\nAl llegar a Ciutat damos un paseo por dos playas que están casi al lado de la casa. El agua está tan limpia que parece la ilusión de un veraneante. Alguien está pescando, aunque en vez de pescar me da la sensación de que medita acerca de las ondas concéntricas que avanzan en el agua. Unos niños juegan, y les hago una foto como si yo fuera uno de los niños fotografiados y la foto me tenga que servir para volver al pasado y conocerme mejor. No la veré hasta que la revele, porque mi cámara es una vieja Minolta de hace más de treinta años, y el blanco y negro me hace recordar, y me gusta, porque en el pasado hay raíces, y en las raíces de los sentimientos siempre hay esperanza.\n\nPero empieza a anochecer, la vida se parece a este día que se acaba, con su luz, con sus sombras, con su lenta bajada hacia una obscuridad que nos devuelve a nuestra condición de viajeros en el tiempo. No sé cómo es posible olvidar mi condición de viajero del tiempo. No puedo hacerlo. Es más: no debo hacerlo. La inocencia no consigue aumentar mi alegría, y no quiero ser inocente, sino ser permanentemente un testigo del avance de las arrugas por mi piel. De todas formas me gustaría parar el reloj, y que este camino sobre las rocas no se acabara nunca, o parar el sol unas horas y detener la bajada, y soñar un rato.\n\nQuizás no sea necesario este absurdo intento de detener la imaginación para saborear el presente. Pienso en todos los que ahora están como yo, que sin duda deben de ser muchos, y en lo que les digo a través de este mensaje absurdo que lanzo por Internet, cuya estructura se parece a los caminos enrevesados del futuro. La extrañeza que me produce la pantalla es un equívoco que me hace pensar en un mundo ficticio, del que intento huir como sea por las rocas, hasta que anochece, como un destino irremediable. \n\n
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