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    Dra. Ercilia Mebarak  Tésis Cum Laude “Debido Proceso”  G. Lofredo (2009)
    Dra. Ercilia Mebarak Tésis Cum Laude “Debido Proceso” G. Lofredo (2009)\n\n
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    El Reta, dice: Pásame el bastón, Ercilia. El dolor llega de a poco y aumenta. Prueba mover lo que debe moverse y las respuestas lo tranquilizan. Rodilla derecha protesta. Maravilla de la evolución, la rodilla. Ahora está de muy mal humor. El Reta respira profundo y recuerda con mucha claridad el deslave a la entrada de Manakar, cerca del mar, el Océano Indico, Madagascar, Lemures, Tombeaux, misioneros amasando la pasta en armónico desquicio. Chozas en zancos escondidas entre la vegetación, la brisa firme del mar, olas fuertes, tumbas tocadas con cráneos bovinos de cuernos resecos, obeliscos del recuerdo, pobreza en vida, muerte generosa.\n\n\n

    Es la similitud de la amargura en los sabores y su bastón enchapado en lata de sardinas lo que le hace estar allá, golpeándose con las piedras al cruzar un río desbordado. ¿Cuándo fue? Quince. Parece más. Tanto tiempo hace que todavía nos referíamos a la imbatible Ural, la clásica del sidecar, como soviética, indestructible fierro rojo que demostraba, si no la comodidad del transporte socialista, por lo menos el aguante de los culos de su pueblo trabajador.\n\n\n\n\n

    ¿Llaves del Reino? ¿De qué año? Daniel Lofredo (2008)
    ¿Llaves del Reino? ¿De qué año? Daniel Lofredo (2008)\n\n
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    Río abajo empezaron el revoltijo y los empujones del océano azul grisáceo contra el desfogue espeso, saturado de arcilla rojiza, sopa de sangre, troncos y plantas, con bicharracos vivos agarrados con desesperación a lo que los mantuviese a flote, reptiles, carpinchos, puerco espines, monos araña, ratas gachas y los cuerpos hinchados de humanos a la deriva, azulados, girando en los remolinos de la desembocadura como si no se decidieran a dejar por fin la selva y hacer la paz con el mar.\n\n\n

    Había llovido cinco días y cinco noches. La tormenta se estacionó en la franja de 50 kilómetros de ancho entre la costa y la serranía que condensaba la humedad y calmaba la furia de los ciclones de cada temporada. Tormentas tan inevitables como los huracanes del Caribe y las nubes de langostas respondiendo al roce con el prójimo y al verde de los sembríos, o como el viajero, al aroma de la carne asada al borde de la ruta, o como lo hace la hinchada al ritmo de bombos y puteadas en estadios llenos; cual voraces millones de insectos; una humanidad en éxtasis de masa hambrienta en espontánea coreografía.\n\n\n\n

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  • 28) Acople, Credos y Padre Nuestros
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