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  • \nSra. Caracol
    Cerrando el círculo, confirmo la belleza de esta zona de cuento. Garganta con nudo de corbata al comprobar que es tan bonito como la primera vez... o quizás más. Gamas de otoño que pujan por su morada desbancando los verdes estivales. Un desfile de bellezas ocres, amarillas, rojas y naranjas me devuelve sensaciones primigenias, de cuando el hombre podía oler las estaciones. Una subasta de árboles sublimes para el diafragma del visitante. Mi alma se catapulta a través de mis pupilas y brinca de color en color, cada vez mas cerca del orgasmo cromático. Piel de arena en cada recodo colorado y hambre de libertad en cada nuevo ascenso. Aldeas entre valles que me dicen de plazas medievales donde se vendía pan y acero. Olor a lar antiguo e historia de puchero, emerge de cada chimenea del pasado. Caminatas sanadoras del espíritu en esta campiña de sosiego. Mi corazón tamborilea un ritmo frenético cuando me siento viva en estos campos, cuando el viento me arranca el sombrero y me inunda una carcajada de euforia que rebota en los monolitos del paseo. Días de castillos y grutas, con 150 escalones que se descuelgan hacia el útero de la madre tierra, entre formaciones que se me antojan alienígenas. Cuatro días que parecen cientos. Gargantas del Tarn que cambiaron mi rumbo hace casi dos años. Hoy cerramos un viaje que, hace ya! dos años, fue el inicio del nuestro como círculos concéntricos.
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    Sr. Caracol\nHace casi dos años que viajo acompañado de dos polizones que se han subido a mi casa sobre ruedas y no se quieren bajar. Hace casi dos años que escribí mi primer post en un blog y hablaba de este lugar, las Gorges du Tarn. Lo que no sabía hace dos años es que mi acompañante recién conocida sería hoy mi mujer y que volveríamos aquí en nuestra pequeña honeymoon. \nEs miércoles y salimos de Barcelona lloviendo. En algo más de 3 horas llegamos a Port-Leucate, una pequeña zona costera cerca de Perpignan. Allí decenas de autocaravanas y furgonetas surferas descansan en la costa. \nNos levantamos temprano y seguimos el viaje dirección a Millau, la ciudad que hace dos años me regaló las mejores crepes de mi vida, la ciudad donde redescubrí a Nick Drake y sobre todo, la ciudad donde empezó todo. Repetimos en “La Creperie” y nos hacemos una foto de familia, esta vez con Coque, que no vino en el primer viaje.\nLa autocaravana empieza a recorrer las carreteritas que serpentean el río Tarn dirección a su nacimiento en el monte Lozère. \n\nEl paso de los años ha hecho que el agua esculpa un auténtico barranco en este macizo calizo de los Grands Causses y las paredes llegan a tener 500 metros de altura. En las cumbres se pueden descubrir unas mesetas conocidas como “causse” que son unas estepas en las que el viento frío y las rocas surgidas del suelo nos hacen creer en otro planeta. \nNuestra primera parada es en el castillo de Peyrelade. Un pequeño paseo con una gran pendiente nos lleva hasta sus puertas y allí nos detenemos durante un buen rato a jugar con los colores del otoño: los rojos, ocres, amarillos, naranjas y marrones.\nSeguimos hasta Liaucous y allí comemos junto a un prado verde. El sol juega con las nubes pero siempre vence y pone el termómetro a 24 grados. Perfecto para pasear por el pueblo, que, como todos los de esta zona, se presenta absolutamente tranquilo, sin comercios, sin ruido, sin suciedad y sobre todo, sin cemento y homigoneras. \nLa jornada acaba en Le Rozier, un lugar estratégico, pues se cruzan varios caminos y rutas. El pueblo es bonito y ofrece al viajero una pequeña oficina de turismo, una panadería y un kiosko, lo justo para salir del paso. Eso sí, horario de invierno, de 8 a 10 de la mañana. \n\n\n\n\n\n

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    La mañana en Sainte Enimie aparece tapada por un manto de niebla que va descubriendo las montañas poco a poco. Los colores se van pintando despacito con la salida de un pequeño rayo de sol entre las espesa capa de nubes. Raquel y yo empezamos a pasear por las calles aún dormidas. El sol aparece y con él las mariposas, los pájaros y algún que otro habitante. A lo lejos, en la montaña, se oye el jaleo de los niños entrando en la escuela.
    Antes de dejar el lugar, compramos un pan exquisito con forma de herradura y unos quesos de cabra. Son las 11, la hora perfecta para hacer un almuerzo y probar estos productos autóctonos con lomo ibérico de La Vera (Cáceres).
    Sainte Eminie es uno de los enclaves turísticos más importantes de la zona y ofrece cantidad de posibilidades a los viajeros. Nosotros nos decantamos por una que desconocemos bastante, el mundo arqueológico. En el Mont Lozère, que da nombre a toda esta región, se encuentra La Cham des Bondoms, un lugar donde se esconden 150 menhires, 4 dólmenes y más de 30 monumentos funerarios. Pero si os digo la verdad no vale la pena ir a verlo, la decepción es importante. Quizás tenía demasiado reciente el artículo sobre Stonehenge que leí hace un mes, o quizás soy demasiado optimista, pero después de andar durante 4 horas, lo único que ves son algunos menhires de menos de un metro de altura colocados de forma aislada. Preferiría haber visto 12 menhires creando un pequeño monumento que 150 esparcidos en kilometros de un camino pedregoso. Lo que si vale la pena es el paseo por estos campos franceses donde el aire que se respira es puro y la energía que lo impregna todo muy especial. Abandonamos Bondoms con la intención de llegar a Florac y hacer noche allí. Mañana será otro día; por hoy es suficiente, aunque solo sean las 6 de la tarde.\n\n
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  • 2008-12-31 19:43:40
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  • Gorges du Tarn: círculos concéntricos
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