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  • Sr. Caracol Me he olvidado el teléfono en el Mini, y el coche está en el taller. Es fin de semana, así que no lo podré recuperar hasta dentro de 3 días, pero no me importa, estoy subido en un barco que me lleva a las Islas Cies, no quiero teléfonos ni ordenadores. Mi única compañía: una tienda de campaña, cámara de fotos y la Sra. Caracol. ¿Qué más puedo necesitar para pasar unos días en la supuestamente “mejor playa del mundo” (según “The Guardian”)? La llegada a la Isla de en medio no es tan “salvaje” como imaginaba: un restaurante da la bienvenida a las 2000 personas que pueden pisar el lugar cada día (es Parque Nacional). Un pequeño paseo nos lleva hasta el único camping y lugar obligado si quieres pernoctar. Hay un puñado de tiendas debajo de los árboles y encontramos un sitio perfecto junto al lago de agua salada que se forma en el centro de la Isla. Cientos de gaviotas son la banda sonora que nos acompañará durante nuestra pequeña estancia en el paraíso playero. Me divierto viendo más de una pareja montando sus tiendas como nosotros. Todos vamos armados con los últimos modelos 2 seconds, 3 seconds... de "Quechua". Es curioso ver como la globalización ha llegado hasta este pequeño rincón del Atlántico. A nuestro lado, dos enamorados discuten con el manual de instrucciones de la tienda de campaña: “montaje en 2 segundos”. Pero éste no dice nada del desmontaje, que en su caso se alarga unos 10 minutos, con el consiguiente cabreo con el que los tortolitos dejan la Isla. Con dos pareos nos damos un paseo de media hora hasta una de las calas nudistas, aunque tal como nos han informado, “aquí te puedes poner en bolas donde quieras”. El sonido de las olas y la ausencia de niños, niñatos, colchonetas y juegos de pelota nos permiten una siesta de más de una hora después de comer unos bocatas en la arena. Deben ser las 6 de la tarde (no tengo móvil, y Raquel no tiene batería) y decidimos ponernos las chirucas para hacer uno de los 4 recorridos posibles. Son pequeñas excursiones de no más de 5 kilometros y con un desnivel de unos 150 metros, así que en menos de 3 horas hemos recorrido media isla y nos disponemos a ver el sol esconderse. América hoy está más cerca de lo que podamos imaginar. Un aplauso de las 80 personas que nos hemos quedado a dormir pone el broche dorado a la jornada. El último barco se ha marchado y solo algunas parejas de jóvenes pasaremos aquí la noche. Es otra Isla, es otro lugar. Empieza la magia de la noche, las sensaciones auténticas, el cielo estrellado y la vuelta a la adolescencia dentro de una tienda de campaña. Despiste! No he traído linterna!Son cerca de las 7 de la mañana, el sol está a punto de salir. Soy el único habitante que camina por la Isla y eso me hace sentir especial. Recorro la playa en solitario y juego con las miles de gaviotas que me han despertado. Algunas embarcaciones se mueven al ritmo del mar a pocos metros de la orilla. Un pescador empieza a lanzar las redes mientras los primeros rayos iluminan de nuevo. Pronto llegará un nuevo barco cargado de familias que, aprovechando sus vacaciones al máximo, convertirán de nuevo el lugar en un parque temático. Raquel y yo recorremos la otra mitad de la Isla hasta el faro, en una excursión de unas 4 horas, descubriendo rincones impresionantes y vistas al océano que retrato sin cesar. Estoy demasiado acostumbrado al Mediterráneo. Me voy de aquí con sensaciones entremezcladas. Quizás sea la mejor playa del mundo por la conjunción de temperatura, color y textura de la arena, limpieza y algún parámetro más, pero creo que mis conclusiones, ordenadas por temas son: Dormir: se duerme bien, pero creo que si plantamos la tienda de campaña en el jardín de casa y ponemos sonidos de pajaritos de fondo a toda pastilla podemos sentir lo mismo. La playa: hombre, es bonita, pero si queremos absoluta tranquilidad, la misma temperatura, el mismo color de agua y sobretodo estar absolutamente solos, es mejor ir a cualquier calita perdida de Cangas. Gastronomía: creo que en mi vida he comido tan mal como en el restaurante que hay nada más llegar a la Isla. Lo que más me sorprendió es ver que la gente no se quejaba. Yo fui a devolver mi empanada de 7 euros. Pero qué porquería es esto! Raquel abandonó los macarrones peores de la historia antes de llegar a la mitad. Os aseguro que en cualquier barcito de la costa gallega te dan de comer muchísimo mejor y más barato. Treking: hombre, a ver, los paseos son bonitos, pero demasiado prefabricados. Con el rollo de que es Parque Nacional han puesto asfalto y han convertido las excursiones en paseos marítimos de varios kilómetros en los que te prohiben taxativamente salirte y pisar la tierra para no afectar a la flora. No dudo que esté bien, pero claro, motiva poco. Ecología: con el rollo de reutilizar el agua de los lavabos para el WC y la del WC para regar, y la de regar para lavarte los dientes y la de los dientes para hacer espaguettis y así hasta el infinito, las instalaciones apestan un poco a “aguas grises”. Yo pondría carteles en los WC: “Huele mal, lo sabemos, pero alégrese, estamos ahorrando agua”. Por lo demás, todo bien; absolutamente limpio. Además, la iniciativa de llevarse de nuevo a tierra la bolsa con la basura me parece muy correcta. Así que ya veis, os recomiendo ir a las Cíes, como a la Meca, al menos una vez en la vida.

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