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  • El mar ha venido a buscarme para susurrarme al oído que es hora de levantar. Apenas son las 5 de la mañana y la marea ha subido hasta cerca de nuestra cabaña. Entre sueños confundo el agradable suspiro del mar con una tormenta tropical así que despierto rápidamente. Al mirar por la puerta y descubrir que el gran azul se ha acercado hasta nosotros pongo los pies en el suelo para conversar con él y poderle capturar.\nNo me acostumbro a estas subidas y bajadas del mar pero reconozco que te permite sentir que estas en varios lugares a la vez. Donde ayer paseabas entre rocas, ahora te puedes dar un baño matutino para despertar y darte cuenta que no estás soñando.\nEl mar empieza a teñirse de varios colores a medida que sale el sol, y las primeras barcas de pesca izan sus velas hechas a base de restos de tela de saco. Quien llega primero, tiene el mejor pescado.\nAbandono el lodge para acercarme al pueblo de Andavadaoka y ver cómo es esta gente. En Madagascar, seguramente igual que en cualquier país, según la zona en la que estés la gente es de un tipo o de otro. Aquí, por suerte, y por las primeras impresiones que percibo en la playa camino de la aldea, la gente no vive del turismo a pesar de ser uno de los destinos conocidos de la isla. Con las dificultades que hay con las carreteras hay que pensárselo muy bien antes de desplazarse hasta aquí.\n\n
    Un niño da un paseo matutino por la orilla con su equipo de pesca, me mira de reojo, me sonríe y le enseño la cámara. Le oriento hacia la buena luz solo con un gesto y parece entenderme, como si se tratara de un modelo totalmente preparado para la sesión. Cuando nota que voy a disparar vuelve a abrir los labios para que pueda entrever sus dientes blancos como la arena que pisan sus negros pies. No me pide nada, ni dinero, ni que se la muestre. Sigo pensando que las mejores fotos son las que no piden nada a cambio, las que con un solo juego de miradas y un entendimiento mutuo surgen de la nada o como mucho, de un paseo por la playa.
    Mi mañana discurre en este pueblo en el que todo el mundo se acerca a mi y me pide una foto. No hay mayor disfrute para un pequeño malgache que le enseñes una foto suya, y el segundo mejor disfrute es que le enseñes la que le has hecho a su amigo. Quedarán ri
    endo hasta que tu te vayas y haciendo burlas el uno al otro. Me quedo sin saber lo que dicen, pero entiendo que solo es un juego de niños al notar que me llevo un pedazo de sus vidas en mi maquinita vazah.Son las 8 de la mañana y vuelvo hacia el lodge para probar el desayuno de esta nuestra nueva casa. No es diferente al del resto de días, café, omelette, tostadas de pan de ayer o antes de ayer... y mientras desayuno, noto como el mar empieza a retroceder para que los niños y chicos del pueblo puedan pisar su arena húmeda en busca de restos animales que llevarse a la boca.\nPhilip, nuestro chófer, nos habla de un bosque de baobabs cercano. Decidimos acercarnos a aprovechar lo poco que queda de poca luz y preguntarle a alguno de estos árboles si ha visto pasar al principito. En sol
    o 10 minutos de Jeep tenemos gran cantidad de milenarios árboles frente a nosotros y empezamos a preparar la sesión.\nDe cada árbol que trepa Toni, disparo a dos cámaras. Una la fijo en el trípode en el que considero mejor plano y la otra, cámara en mano me la llevo hasta poder hacer detalles vigilando de no entrar en el tiro de cámara de la del trípode. Esta vez decidimos que el tiro más bonito está en lo alto del baobab, así que sin pensarlo dos veces empiezo a trepar por él. Cuando solo me faltan un par de metros y bajo mis pies hay unos 6 de caída libre, me doy cu
    enta que un ciclomotor ha arrancado en mis pies. Mis dedos descalzos no se sienten del todo seguros con la corteza del árbol y me entra un temblor acompañado de una risa tonta que a
    Toni le hace sufrir temiendo lo peor. Así que cuando se me acababan las fuerzas, aparece su cabeza enganchada a mi culo para darme un último empujón. No es una técnica ortodoxa en la escalada deportiva, pero en escalada tradicional, el “paso de hombros” era una manera básica de sortear pasos difíciles, así que ahora que estamos en África, que importan los tecnicismos.\nPor fin estoy encima del baobab y he conseguido que mis piernas bajen el ritmo frenético que habían tomado y recuerdo una y mil veces porqué dejé de escalar a los 17 años. Además de romperme dos veces la fibra del músculo del gemelo y tener que operarme dos veces, era un cagado, era el típico que a pesar de tener la fuerza suficiente para seguir subiendo decía a su asegurador “pilla, que no puedo más” y bajaba hasta abajo, para, con los pies en el suelo decir “hubiera podido”, y así podía estar todo el día, subiendo y bajando, y dándome cuenta de que era un cagado. Así que el cagado Alvaro está agarrado como puede a unas ramas de baobab de 8 metros grabando a unos escaladores valientes que suben por él.
    El sol empieza a estar alto y la luz no es tan bonita como a primera hora así que decido que ya que no podemos grabar y los árboles me han dicho que no conocen a nuestro ser buscado, vayamos a la playa.\nMi toalla se quedó hace un par de días en Tulear, tomando el sol en la ventana de la habitación de un hotel, así que me estiro en la arena mientras oigo las olas del mar romper con la barrera de coral a varios cientos de metros. Desde donde estoy yo hasta la barrera, el mar es transparente, como si no existiera, y después de la barrera es azul y habitado por algunos tiburones.\nAdemás de ser un escalador mediocre también soy un nefasto nadador, así que no tengo miedo de llegar a la distancia donde las bestias asesinas me están esperando.\nLos niños empiezan ya a ocupar toda la playa, cada uno de ellos cargado con una herramienta diferente. Los hay que llevan un solo palo, otros un cubo, algunos un trozo de hilo y otros nada. Me acerco a ellos para ver qué es lo que hacen y descubro una estrella de mar roja y preciosa intentando sobrevivir en lo poco de agua que le queda a su alrededor y uno de los chicos me trae algunas más y me las coloca para que haga una foto. El joven atrezzista me ha fastidiado mi escena natural para crear una de esas portadas de catálogo turístico pero aún así disparo. Al ver la foto en la pantalla me doy cuenta de la transparencia del agua, parece que no hay, pero realmente había más de un palmo.\nCerca mío hay un señor arreglando el barco y le pido si me deja acercarme a ver lo que hace. La imagen es simpática, el señor arreglando con un instrumento prehistórico que alguna vez he visto en el garaje de mi padre, su barca de pesca y en su camiseta leo las letras casi arrancadas en las que pone: “Titanic, Leonardo di Caprio”. Seguramente algún turista se la haya regalado y el señor no sepa qué es lo que lleva puesto. Es como regalarle a un trapecista indonesio una camiseta de “Aterriza como puedas”.\nAl fondo veo a Toni hablando con un joven pescador con palo pero no me acerco, durante un rato les veo peleando con el mar. Más tarde me entero que la cena que saboreo, en parte surgió de allí. Toni vio un pulpo esconderse bajo la arena y le pide al chico si es capaz de sacarlo. Él,
    que no acepta retos, coge su palo y empieza a cavar debajo de la arena durante varios minutos. El pulpo ha cavado un pasadizo bajo el mar y no es fácil dar con él. Al final con la astucia del chaval, Toni vuelve al Lodge con la presa entre las manos. Al pulpo, se ha sumado unos cuantos kilos de ostras, que esta noche pediremos nos preparen los cocineros.\nEste mar que sube y baja te ofrece la posibilidad de ver cosas imposibles de apreciar sin un traje de buzo. Un grupo de encantadoras flores blancas y verdes han aparecido allí, entre las algas hasta que el agua vuelva a subir esta noche y las vuelva a nutrir hasta el día siguiente. Y así el resto de sus vidas.\nYa empieza a caer la tarde y decido volver a la habitación. Una madre con su hijo pasean en busca de erizos para comer su interior. La mujer canta una canción tradicional y le pido que la cante para poder registrar el sonido y utilizarlo de fondo en alguna parte del docu. La llevo cerca de la habitación para evitar el jaleo de los niños, pero no se atreve a entrar en la habitación, así que fuera, en la puerta de mi bungalow canta para mi mientras el sol casi se esconde y el mar se preparar para volver a subir... hasta mañana.
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  • 2009-01-01 17:53:08
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  • madagascar 7: si el paraíso existe es aquí
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