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    La alegría de la vida / Matisse
    \n\n\nAnoche hablaba con A. de unas intendencias domiciliarias y acabamos hablando de lo difícil que es vivir.\nElla decía que estaba bastante deprimida, y yo prefería usar el cansancio como calificativo.\nEn su caso comprendo la depresión, vive con una pareja indescriptible, así que no contenta con trabajar, luchar y mantenerse tiene que procurar el bienestar del anexo, que no es precisamente fácil de contentar.\nEs su elección y la lleva con cierta dignidad.\nEn mi caso, estando rendida, lo mejor es cansarme más. Así luego las agujetas no dejan paso a las elucubraciones.\nO duermes o se te sube la bola.\n\nNo es para quejarse por más que pinten bastos. Podría ser peor.\nHablando con J., entre planes de quedadas y afecto comentamos espantos y penas, miedos y dolores que se ciernen sobre los hijos, esas criaturinas que ya vuelan y no se sabe dónde se pueden posar.\nY dice J., con esa sabiduría que siempre ha tenido, desde mucho antes de ser padre, que al fin y al cabo a ciertas edades hay que sobrevivir.\nLos que lo consiguen...siguen.\nInmediatamente recordamos los dos los muchos días de locuras propias, de coches, de niebla perpetua.\nSomos dos supervivientes.\nAhora toca esperar, ver si nuestros hijos, los hijos de los amigos queridos, sobreviven a esos síntomas adolescentes de la enfermedad mortal que es la vida.\n\nSobre educación y críos...\nPasando el meridiano estuve no hace mucho en Lérida, en un pequeño pueblo.\nAllí, una comunidad de mediana edad ha restaurado pueblo y economía con pequeñas empresas y viven, al menos aparentemente, muy bien.\nUn pequeño pueblo que sin embargo tiene además de un coro mixto una escolanía.\nEsa escolanía había intercambiado con la de Jesuítas de Bilbao concierto y estancia.\nTodos los niños del pueblo cantan allí, hasta los 15 años, momento en que pasan al coro mixto.\nPor medio del coro, han visitado casi toda España, y por supuesto todo el sur de Francia, viajan regularmente, lo que además les ha hecho habituarse a convivencia y otros incordios viajeros.\nFué una experiencia sumamente agradable, daba gusto estar con todos, y había una especie de empatía, de comprensión sobre todo, que hacía el trato amable y relajado.\nA todos mis amigos con posibles vocales les he empujado siempre a meterse en un coro.\nSé, porque es mi trabajo, que es un tipo de colectivo conflictivo, hablamos de gente cantando y compartiendo espacio reducido (muy reducido, pegados unos a otros) muchas horas, pero sé que no hay posibilidad mejor de acceder a la recreación musical a legos en la materia, ni posibilidad mejor de poder gozar del hecho musical desde dentro.\nDel mismo modo creo que (sin apartar la idea del estudio musical reglado, lo que significaría un tipo de constancia y presión en los padres que no todos son capaces de asumir) meter a los niños en una escolanía es abrirles la mente a mil mundos a los que no podrían acceder por otros medios. Un salvavidas precisamente en esa edad a la que tienen que sobrevivir.\n\nUna anécdota. El concierto de la escolanía de Jesuítas de Bilbao (un programa estupendo) terminó en aquella bella iglesia románica entre bravos y aplausos insistentes.\nEntonces, el director, tras dos propinas y para despedirse dió los tonos del Agur Jaunak.\nA las cuatro notas de empezar todo el público estaba en pié, y los que conocían el texto se sumaron al coro cantando.
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  • 2007-06-27 10:41:12
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