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La vida de un periodista de viajes no es tan glamourosa como se puede pensar. No andas todo el día de playa en playa tropical, ni de paraiso en paraiso, ni de un hotel de lujo a un restaurante cinco estrellas Michelin. Ni siquiera te acosan las teenagers en la playa de Malibu. ¡Qué más quisieramos! Lo normal es que te pegues buena parte del año dando tumbos por la España más cañí y rural, durmiendo en pensiones de mala muerte. \n\nUn día vi un cartel de entrada a un pueblo de Guadalajara: "Solanillos del Extremo" ¿Qué sobredosis de peyote debía de tener quien puso ese nombre a un pueblo? ¡Solanillos del Extremo! Era como de risa. \n\n Me acordé de la de pueblos con nombre raro que veo a lo largo del año haciendo kilómetros por esa España profunda por la que no pasan ni las autopistas ni los AVES. Y decidí hacerme una foto en cada uno de ellos. Aquí va parte de la colección, en absoluta primicia. Prometo atacar con más en próximos días (tengo fotos para aburrir, ni os imaginais la de pueblos que bautizo el señor del peyote con nombre original/curioso/raro a lo largo y ancho en este país).\n\n\n\n\n\n![](http://lacomunidad.elpais.com//blogfiles/paco-nadal/Varioscarteles.jpg) \n\n\n\n\n\n
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