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El título no van con segundas. No se refiere a los dos caras-duras de la foto, sino a dos facetas de la noche en Huesca. Como buenos periodistas de investigación que somos, siempre al filo de la noticia y deseosos de experimentar todo en primera persona, me fui con Rioyo al restaurante Lillas Pastia, uno de los dos de Huesca que cuentan con una estrella Michelín. En honor a la verdad, he de reconocer que pagó él. \n\nEstá en el antiguo Casino, un precioso edificio modernista en pleno centro, junto a los Porches de Galicia. Los primeros, bien; los segundos, solo aceptables; el postre, insuperable, y la bodega, buena. El maitre, un tanto adusto. Total, un bien alto sin llegar a notable, pero sin tirar cohetes.\n\nLuego nos fuimos a tomar una copa (siempre en aras de conocer mejor la vida local y poder contarlo con mayor rigor al día siguiente en el programa de la radio, faltaba más, que por nosotros nos hubieramos ido a dormir prontito, que conste).\n\nFue entonces cuando al pasar por un callejón vimos a alguién apoyado contra la pared. Alguién que sufría. No sabes qué hacer. Lo diferente, lo inesperado, nos provoca desasosiego. No estamos acostumbrados a saltarnos el guión en público. ¿Y si haces el ridículo? ¿Y si solo es que ha bebido de más? Sigues y no dices nada. O te paras y le interpelas. ¿Tienes derecho a entrometerte en sus soliloquios? \n\nEl restaurante de lujo y el callejón sórdido. Dos caras de la noche de Huesca.\n\n\n \n\n\n
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