Cuando leáis este post estaré volando hacia Estambul para tomar allí una conexión a Ashgabat, la capital de Turkmenistán. Como muchos ya habéis adivinado (me quito el sombrero ante los conocimientos de viajes y geografía de los lectores de este blog), esta vez el destino es.... la Ruta de la Seda. \n\n \n\n\n\n\n\n
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O más bien, LA RUTA con mayúscula, pues no creo que haya en el globo terráqueo una ruta tan famosa, tan mítica y tan poco conocida como ésta. Quizá porque la Ruta de la Seda no es un camino en si, sino una dirección, una serie de pistas y sendas que unían los lejanos centros productores de China con Constantinopla y las costas del Mediterráneo.\n\n \n\n\n\n\n\n
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Rutas caravaneras cargadas de seda y otras mercancías valiosas por lugares de nombres tan evocadores como Samarcanda, Taklamakan, Uzbekistán, Pamir... Exotismo, lejanía, Oriente-Occidente, viaje, ciudades desconocidas, desiertos y collados nevados, caravanserais y mercaderes, civilizaciones extrañas, mitos y leyendas. Todos esos elementos, capaces de desbocar por sí solos la imaginación y la adrenalina de cualquier amante de los viajes, se esconden en esas dos palabras mágicas.\n\n \n\n\n\n\n\n
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La Ruta de la Seda. Las antiguas caravanas tardaban entre dos y tres años en completar la travesía desde China a Constantinopla. Yo voy a estar poco más de dos semanas. Y solo recorreré una pequeña parte de los muchos territorios que atravesaba. Y aún así me siento un afortunado. Voy a hacerla además en uno de mis medios de transporte favorito: el ferrocarril. Viajo en un tren especial que hace la ruta entre Ashgabat (Turkmenistán) y Astana (Kazajastán) varias veces al año. En cuanto esté a bordo os daré más datos. \n\n \n\n\n\n\n\n
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Os espero. Nos aguardan las estepas del Asia Central.\n\n\n\n
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