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  • El tren de las barrancas del Cobre tarda una jornada en cubrir el trayecto entre Los Mochis y Chihuahua, pero sería absurdo cruzar una de las zonas más interesantes de México con tanta prisa. Lo aconsejable por tanto es bajarse en alguna de las estaciones intermedias y dedicar unos días a recorrer la sierra tarahumara.\n\nEl pueblo que elijo para dejar el tren, Bahuichivo, es tan desordenado y caótico como todos los que llevo vistos hasta el momento en la sierra. Lo componen medio centenar de casas unifamiliares muy sencillas y humildes, de planta rectangular, muros de bovedilla de hormigón y techos de chapa metálica diseminadas sin orden alguno por un pedregal sucio sobre el que despuntan algunos bosquetes de eucaliptos. \n\nHay varias tiendas de abarrotes en la explanada de la estación, un par de restaurantes económicos, otro par de pensiones más espartanas aún, una ferretería y, curiosamente, una sala de videojuegos en la que una chiquillería vociferante se entrega a matar marcianos o enemigos estelares en las verdosos pantallas. En eso debe de consistir la globalización. \n\nLa única zona pavimentada es la plaza principal, tan pobre y mal equipada como el resto del pueblo. Las demás calles están tapizadas por el mismo polvo terroso de las montañas que las rodean. Gallinas, cerdos, charcos de agua ponzoñosa, basuras y muchos cables colgando de lado a lado completan el panorama. Abajo, al fondo del valle, en una zona algo más llana, se ve un campo de fútbol en el que en este momento pasta un grupo de vacas. El pueblo es también un inmenso cementerio de todo tipo de camionetas y todoterrenos de fabricación norteamericana desde los años 50 en adelante. Viejos Dodge, Ford o Chevrolet reposan arruinados por las esquinas de la aldea. \n\nAl pie del tren esperan numerosas furgonetas y pick-up de hoteles de la zona en busca de clientes. Pero a diferencia de lo que imaginaba no hay por parte de sus conductores la más mínima intención de pregonar las excelencias de sus productos o tratar de captar huéspedes. Simplemente, esperan. Me acerco a la ventanilla de una de ellas al azar. Es una pick-up Chevrolet blanca sin ningún rótulo a cuyo volante se aferra un hombre de rostro duro y edad incierta tocado con el inevitable sombrero blanco. Me dice que pertenece al hotel El Paraíso del Oso, que esta a cinco minutos de Cerocahui y que tiene cuartos desde 100 pesos. Si me interesa tengo que esperar un poco a que llegue el tren de primera porque viene a recoger a dos clientes que han reservado la estancia por teléfono. Acepto, porque visto lo visto en Bahuichivo me interesa más situar mi centro de operaciones en Cerocahui, una población tarahumara con una interesante misión. Me siento en la caja trasera de la pick-up y espero. El hombre no se dirige a mi ni una sola vez hasta que una hora y media más tarde el “primera” resopla en la estación de Bahuichivo y se detiene con un estruendo de quejidos metálicos.\n\n\n\n
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  • 2009-02-07 19:01:24
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  • Matando marcianos en Bahuichivo
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