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  • He dejado atrás ya las islas del Caribe y me dirijo hacia la otra esquina de Colombia, hacia el Amazonas. Pero aprovechado que mi avión hacia escala en Cartagena de Indias me he quedado un día en la ciudad más famosa y más turística del país. \n\nCartagena es – en mi opinión – una de las tres joyas coloniales del Caribe, junto con San Juan de Puerto Rico y La Habana Vieja. Como ellas, es una ciudad mágica de palacios e iglesias, de buganvillas y balcones, de patios frescos y ventanas con celosías de madera, de murallas y baluartes que igual podría estar aquí en el Caribe que en Extremadura o en Andalucía.\n\nPero a diferencia de otras ciudades coloniales, Cartagena (que oficialmente ya no es de Indias) no se articula en torno a una gran plaza mayor monumental, soberbia, altiva, como solían planificar los urbanistas de la corte española. No. La vieja Cartagena es más bien una ciudad de muchas pequeñas plazas, todas con su impronta y su personalidad, pero sin llegar a descollar la una sobre la otra. Incluso la catedral, en vez de presidir ese espacio magnánimo que no existe, se levanta en una esquina de una calle no más grande que otras, como si no quisiera llamar demasiado la atención en una ciudad a la que le sobran motivos de orgullo. La plaza de Santo Domingo intenta ser esa plaza mayor ausente: tiene el ambiente pero le falta monumentalidad y le sobra un edificio de apartamentos más moderno que chirría en uno de sus laterales. La de Bolívar es coqueta, sombreada, una plaza para el paseo y la tertulia, pero le faltan medidas, ambición. Y la plaza de los Coches es un puro teatro urbano intensamente cartagenero, sobre todo cuando cae la tarde y las terrazas y los bancos se llenan de gente, de jubilados que dejan pasar el tiempo, de predicadores y vendedores, de turistas y de estudiantes que van y vienen. Pero es una plaza de paso, el atrio de entrada al cogollo de la ciudad antigua.\n\nSin embargo, y a diferencia también de otras ciudades monumentales tan reconstruidas que han terminado por ser museos de cartón piedra, Cartagena de Indias es una ciudad viva, vibrante, en la que la población local aún vive, trabaja, ama, llora, estudia, comercia… Una ciudad que se llena todas las mañanas de turistas, sobre todo si ese día llega un crucero, pero cuyos tiempos los marca aún la población autóctona. \n\nPor la mañana temprano las calles huelen a rocío, a arepa e'huevo y suero costeño y los sonidos son los de los comercios que abren, los de los repartidores que llegan con las mercancías. Luego empiezan a aparecer turistas en bermudas y camisetas de tirantes, y se confunden con el bullicio de las calles atestadas de tenderetes de comida, de ropa, de zapateros remendones y limpia ollas… con los vendedores ambulantes de minutos para el celular, con las palenqueras que venden dulces de coco y yuca con sus faldas de amplios y coloridos vuelos. Después, con el sopor de mediodía la vida local se esfuma y solo quedan turistas incautos y sudorosos por las calles calcinadas por un sol de plomo. Y más tarde, cuando la temperatura remite y las sombras se vuelven a apoderar de sus calles coloniales, la vida vuelve, vuelve el comercio, vuelven los estudiantes de la cercana Universidad Pública, los enamorados, los paseantes, los jugadores de dominó… Y la vieja Cartagena cobra de nuevo el pulso de una urbe amurallada llena de palacios, conventos, iglesias y más de 500 años de grandezas y miserias a sus espaldas. \n\n\n\n\n\n
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  • 2009-03-02 03:59:50
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