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Haberte criado en el barrio del Carmen, en Murcia, marca. No estás nada acostumbrado a, digamos, determinado nivel de vida. Pero pasados los primeros y abrumadores momentos a bordo del Ti´a Moana, en los que no sabes qué ropa ponerte para el cóctel de media tarde ni cual de los miles de cubiertos qué resplandecen a ambos lados del plato es el que se usa para el pescado, empiezo a hacerme – no sin dificultades - con la situación.\n\n
La vida a bordo de un barco como éste es placentera hasta extremos insospechables. Te apetece algo, lo pides… y te lo traen. Y con una exquisitez por el detalle encomiable. Hay un cocinero francés, un segundo jefe de cocina francés y un jefe de pastelería francés empeñados en cebarnos como si fueran a sacrificarnos por Navidad. Los cinco kilos que perdí en Groenlandia los doy por recuperados; con que no coja otros cinco más me conformo. \n\nPor la mañana nos suelen llevar en la barca auxiliar a alguna playita solitaria entre cocoteros; le montan a cada cliente sus tumbonas y sus hamacas, instalan en un extremo un bar y cada dos minutos y medio viene un camarero a preguntarte que qué quieres beber. ¡Nada, por Dios! ¡No puedo comer ni beber nada más! Me va a reventar el hígado… (y eso que los periodistas lo solemos tener a prueba de dry martinis).\n\n Por la tarde, jacuzzi en la cubierta superior, atardecer con un daiquiri en la mano, cena (con el french team atacando tu colesterol de nuevo) y luego, partida de algo, pelí al aire libre, más copas y a la cama… más relajado que un bebé. Esto es vida. No creo que la aguantara mucho tiempo, pero de momento…. ¡¡¡ESTO ES VIDA!! \n\n\n\n
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