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Acabo de pasar por el lugar más emblemático del Camino Francés: la Cruz de Fierro. Se trata de una sencilla cruz colocada sobre un gran mástil de madera en un cerro de los Montes de León, entre Astorga y Ponferrada. Es un el lugar más elevado por el que transita el Camino Francés (casi 1.500 metros) y un punto cargado de historia pues se cree que ya hubo aquí un altar romano dedicado a Mercurio, dios de los camino. A base de depositar una piedra en el milladoiro que sirve de base al crucero para pedir protección en el viaje -costumbre que ya cumplían los segadores gallegos que iban a trabajar a Castilla a través de este puerto-, los peregrinos han conseguido dejar el lugar limpio de cantos. Por desgracia, ante la ausencia de piedras, en los últimos años se ha puesto de moda dejar cualquier cosa, desde una bota sucia a un paquete de cigarrillos. Una verdadera pena, porque la base del crucero se llena a veces de cachivaches que incitan a pensar más en una romería iconoclasta que en el verdadero espíritu de la peregrinación.\n\nAun así, me pregunto: ¿qué impulsa al ser humano a creer en los símbolos? ¿cumplir las tradiciones nos ayuda a integrarnos en el grupo? ¿existen de verdad lugares cargados de energía que nos incitan a cumplir con un rito concreto?¿o es solo una pose, una moda?
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