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  • \n\nEl Crystal Simphony lleva tres días amarrado en el puerto de San Petersburgo. Fue una de las razones que me motivó a hacer este crucero por el Báltico: por lo menos da tiempo a ver algo de las ciudades donde hace escala, en vez de ir a salto de mata como suele pasar en este tipo de viajes. El problema es que en estas fechas hay tantos cruceros en la ciudad que literalmente, no caben. Mientras terminan la nueva terminal de cruceros, los mandan donde pueden. Y al nuestro le ha tocado atracar en el puerto comercial del Morskoy Kanal.\n\nTiene gracia: te asomas por la borda de este barco de lujo, cargado de todo tipo de comodidades, y ves un horizonte industrial de grúas, máquinas pesadas, bulldozer, montañas de chatarra, contenedores, láminas de acero y demás productos de la industria pesada rusa esperando a ser embarcados vete tu a saber a qué confín del mundo.\n\nMenos gracia tiene que no dejan entrar taxis hasta aquí. Y hay dos kilómetros de decorado industrial hasta la salida por descampados más negros y solitarios que la cueva de un lobo, sobre todo cuando regresas a las tantas de la noche. Pero pronto hemos aprendido que eso no es problema en Rusia. Simplemente te pones en la carretera, levantas la mano y lo primero que pase en movimiento (y que no sea un perro) te para. Es una costumbre muy habitual aquí: no hay por qué esperar al transporte público. Los conductores están acostumbrados a parar a quién le hace el alto, negocian un precio y lo acercan a su destino si les cuadra. De momento he montado en todoterrenos, camionetas del puerto y coches particulares. Pero si pasa una grúa y me para, juro que también me monto.\n\nObviamente, a la mayoría del pasaje ni se le ocurre salir por la noche en semejantes condiciones. Les entiendo: muchos son jubilados norteamericanos y deambular solos y por la noche en una ciudad rusa es para ellos una aventura similar a la de tomar al asalto el Palacio de Invierno. Pero un grupo de españoles hemos encontrado con este sistema la manera perfecta para salir cuando acaba el servicio de transfer oficial del barco (a las cinco de la tarde) y explorar la ciudad con nocturnidad y alevosía. Y creedme: San Petersburgo es otra cuando oscurece. Todavía más rutilante y hermosa. Mañana os sigo contando.
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  • 2009-09-15 16:08:25
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  • Noches blancas, noches negras
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