La calle más famosa de San Petersburgo la Nevski Prospekt , la perspectiva Nevski, que más que una calle es un escaparate de vanidades. Soldados, buscavidas, funcionarios de tristes miradas, chicas alegres de largas piernas y cortas faldas, turistas, hombres de negocios, ancianos comunistas de roídas camisas cargadas de medallas, sindicalistas en huelga, coches de lujo, nuevos ricos, viejos pobres... todos tienen cabida diaria en este patio de vecindario de recargadas fachadas y escaparates de lujo donde se escenifica día a día la transformación de la nueva Rusia.\n\n \n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n
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Ya lo decía Nicolai Gogol : “¡Única distracción del humilde en su paseo por San Petersburgo! ¡Con qué pulcritud están barridas sus aceras y... Dios mío...cuantos pies no habrán dejado huellas en ellas!”.\n\n \n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n
\nCuatro kilómetros y medio, desde el Almirantazgo hasta el monasterio de Alejandro Nevski. Y un tramo, entre los canales Moika y Fontanka, convertido en árbitro de los caprichos urbanos.\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n
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No eres nadie en San Petersburgo si no te dejas ver por allí de vez en cuando. Como hacía Pushkin, o el propio Gogol, o Dostoievski, o Joseph Brodski o el mismísimo Stravinski, a quien Franco Battiato jura que se tropezó una vez en sus aceras:\n\n \n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n
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“Con mi generación pasé el invierno, \n\n \n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n
mujeres encorvadas sobre el telar en la ventana. \n\n \n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n
Un día en la perspectiva Nevski \n\n \n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n
me encontré por azar a Igor Stravinski. \n\n \n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n
Los orinales puestos bajo el lecho por la noche \n\n \n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n
Cine de Eisenstein por la revolución. \n\n \n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n
Estudiábamos cerrados en un cuarto, \n\n \n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n
con débil luz de velas y candiles de petróleo”.\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n
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Cuatro kilómetros y medio, desde el Almirantazgo hasta el monasterio de Alejandro Nevski. Y un tramo, entre los canales Moika y Fontanka, convertido en árbitro de los caprichos urbanos.\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n