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  • \n\nMADRID-ESTAMBUL EN AUTOBÚS, DÍA 2\nLlueve con furia sobre la N-II mientras mi casa rodante desgrana el primer tramo de este particular viaje a Oriente. Es curiosa la tipología de los usuarios de autobús. De todos los autobuses en general: nunca es un reflejo de la tipología de la sociedad; simplemente, en este país toma el autocar quien no ha podido comprarse un coche o no puede conducirlo; jubilados, inmigrantes, amas de casa de cierta edad y menores de 18 años. \n\nHoy, en este bus que me lleva hacia Asia, vía Barcelona, el 99% de los ocupantes es extranjero. El otro 1% soy yo. También el 99% somos hombres. El otro 1% se llama Fátima y es una joven marroquí que trabaja en España y va a visitar a sus padres, inmigrantes en Italia. Hay muchos marroquíes. También varios viajeros con aspecto eslavo que deben de ir a Rumanía o a Polonia. Hay también un mochilero estadounidense. Se llama Christopher y lleva dos años vagabundeando por Europa. \n\nA las cinco de la tarde tomo en Barcelona otro autobús de Julià con destino a Milán. El viaje dura 15 horas. Compruebo con decepción que todos los asientos están vendidos; ni soñar con estirarse en la fila de atrás para pasar la noche. Mi compañero es un anciano italiano, poco hablador. Entre los dos ocupamos tres asientos y por supuesto sólo nos corresponde dos ¡Qué horror, qué estrecho es esto!\n\nPor fin cae la temida noche. Me he preparado un plan minucioso para pasarla con éxito. Como la normativa obliga al chófer a parar cada cuatro horas, esos periodos me servirán para marcarme una rutina. Rutina A: no dormir hasta la parada de las 24.00, a fin de acumular sueño. Resultado: el vino de la cena me adormece y a las 22,30 ya estoy dando cabezas como un borrego. Rutina B: aprovechar para dormir como un tronco entre las cero horas y la parada de las cuatro de la mañana. Resultado: las cabezadas de antes me han desvelado y no puedo pegar ojo, ¡socorro! \n\nA las cuatro de la mañana paramos en Montpellier y estoy roto. Me tomo una tila y decido prescindir de la rutina. De las cuarto a las ocho de la mañana duermo seis minutos. Algo es algo. Por fin, cuando clarea ya sobre los tejados de Turín caigo reventado sobre el asiento. Una hora después oigo entre sueños: ¡Milano, Milano, hemos llegado! Apunto en mi libreta no volver a viajar sin Orfidal.\n \nMilán es una ciudad grande e industrial. Sigue lloviendo y el sol apenas filtra una tenue claridad entre el manto de nubarrones plomizos. Me meto en un hotel y duermo cinco horas seguidas. Por la tarde doy una vuelta por el Duomo, la galería Vittorio Enmanuelle y el teatro de la Scala y me voy a dormir otra vez. Podría hacerme adicto a la cama.\n\n(...continuará...)\n\n
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  • 2010-10-05 07:18:47
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  • ¡Qué incómodo es dormir en un autobús!
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