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  • Junto a conseguir agua potable, moverse (desplazarse) es uno de los trabajos más arduos en África y que más energía demanda a sus habitantes. Ir de A a B, algo que para un tercio de la población mundial es tan sencillo como tomar el bus o el metro o el tranvía que une A con B, es para un africano una prueba de paciencia, resignación y fortaleza digna de una epopeya homérica. También para los forasteros.\n\nPor eso, durante aquel viaje por el ex-Zaire , actual Congo, no desdeñé cualquier cosa que se moviera con tal de seguir viaje en la dirección deseada, aunque a veces fuera peor el remedio que la enfermedad. Una noche, bebiendo cerveza (demasiada cerveza, quizá) a orillas del lago Kivu conocí a tres austríacos con lo que intimé y me ofrecieron un hueco en su furgoneta hasta la Reserva Natural de la Rwindi, uno de los parques nacionales con fauna autóctona. Pero pronto comprendí que la cuadriculada mentalidad prusiana de mis benefactores era incompatible con el talante africano. Aquellos tipos viajaban como si estuvieran desfilando por Berlín ante el Führer: rectos y marciales. ¡Solo que esto era África, kartofen! A la tercera avería de aquella ruina rodante llamada furgoneta (lo habitual por estos pagos), los austríacos montaron en cólera y exigieron soluciones rápidas y efectivas a André, el zaireño que conducía. Como si el concesionario de Volkswagen estuviera a la vuelta de una acacia. En vista de que ya estabamos en el interior de la reserva y el motor seguía sin dar señales de vida, dormimos todos apiñados entre el coche y un gran fuego, mientras la noche se llenaba de rugidos y extraños sonidos. No pegué ojo de puro miedo.\n\nDos días después abandoné la explosiva mezcla afroteutónica y convencí a un tipo para que me llevara con su coche a la confluencia del río Itruri con el Congo. Pero como le regateé demasiado el precio del viaje me dejó tirado a nueve kilómetros del destino, bajo el sol justiciero y el peso de mi mochila. \n\nCuando por fin alcancé una aldea de pescadores a orillas del río Ituri, uno de los afluentes del gran Congo, el río donde mueren todos los ríos, el "corazón de las tienieblas", de Conrad, contraté a un par de chavales con una piragua para que me llevaran a un lugar muy especial, el verdadero objetivo de mi viaje por la cuenca del Congo.\n\nTenía una cita con gente muy especial. Me esperaban en la Edad de Piedra.\n\n¿Os imagináis quién? La respuesta, en el próximo post. \n\n
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  • 2010-02-15 08:16:33
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  • El corazón de las tinieblas
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