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He volado desde Buenos Aires hasta Río Gallegos, al sur, muy al sur de la Argentina, en plena Patagonia. Y un coche me lleva ahora a través de llanuras infinitas hacia el lado chileno. La Patagonia es la eternidad de la tierra dormida, un gigantesco espacio vacío donde el ulular del viento puede volver locos a los hombres o atraparlos para siempre. \n\n
Voy acodado en la ventanilla y recuerdo una cita que leí en una guía de viajes: “No hay otro lugar más adecuado que la Patagonia para mi inmensa tristeza…” Es de Blaise Cendrars y no podría encontrar una sentencia más apropiada para definir este mundo de ausencias. La Patagonia provoca tristeza, es verdad, pero es una tristeza dulce, melancólica. Una tristeza que desemboca en paz y armonía. Hay algo de telúrico en este escenario minimalista de horizontes diáfanos. \n\nSiempre sentí una atracción especial por los grandes espacios vacíos, por los desiertos, por los lugares deshabitados, que no siempre tienen por que ser de arena. Hay desiertos ocres, azules, blancos… incluso verdeamarillentos, como éste de la Patagonia. Imagino que solo aquí se puede alcanzar esa limpieza de espíritu soñada. En el desierto (ocre, azul, blanco) el cuerpo se fortalece y el alma se libera. Es la sencillez, la ausencia de necesidades. Me gustaría para, salir ahí y tocar ese vacío.\n
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