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  • Hoy he tenido el placer y el honor de ir a comer a casa de Ángeles Mastretta . Siempre pensé que toda casa es el reflejo de la personalidad de quien la habita. Y la casa de Ángeles es como ella: afable, luminosa y cálida. Un puerto libre donde siempre hay varados barcos amigos. Un puerto acogedor. \n\nLa casa de Ángeles Mastretta es una hermosa mansión de 1912 distribuida en grandes espacios llenos de objetos y recuerdos familiares que incitan a emplear una eternidad en cruzarlos. Para detenerse a curiosear en cada uno de ellos, para buscarles una relación con las mujeres de sus novelas, con sus recuerdos poblanos. Porque la vieja casa familiar de Puebla desembarcó en un camión de mudanzas en esta nueva del DF, pero la capitalidad no les ha quitado a los venerables muebles la pátina de realismo mágico y provinciano que traían. \n\nLa casa de Ángeles rodea a un patio maravilloso donde crecen rosas como corazones. En mitad del jardín, una buganvilla gigante llegó a un pacto de cohabitación con otra no menos gigante araucaria y ambas se elevan ahora entrelazadas sobre las azoteas de Ciudad de México en un pacto de amor y buena compañía, dispuestas a poner una nota de belleza entre la maraña de bidones negros y antenas parabólicas que afean el cielo de la megápolis.\n\nComemos ensalada de nopales y sopa de aguacate y tortillas de cacahuete (“Si se pudiera juntar toda la creatividad y la energía que las mujeres han puesto en la cocina para emplearla, por ejemplo, en conquistar el espacio, hace tiempo que podríamos pasar los fines de semana en Marte”, escribía en "Guiso feminista"). Y luego subimos a charlar a su estudio, donde un ventanal corrido deja ver el idilio de la buganvilla y la araucaria desde una posición más cercana, casi de voyeur. Es un recámara enorme (a ella le gusta emplear esta palabra), donde la luz se cuela con insolencia, un estudio de pintor o de arquitecto más que de escritora. Dominan los tonos claros de la madera y el blanco de las paredes. Solo el plafón de una lámpara de pie pone un punto rojo intenso en la escena.\n\nÁngeles es de palabra fácil y rápida. Un torbellino de amabilidad, de dulzura. Te toca en el brazo o te coge de la mano cuando te habla y crea complicidad. “¿Te molesta que te encasillen como una escritora feminista?”, le pregunto. “No, ya no. Porque además ¿qué era ser feminista?: querer que las mujeres decidieran sobre su vida, que se ganaran el dinero, que fueran libres para pensar con quien querían vivir, a dónde querían viajar… Si lo que yo hago en mis libros es defender eso, pues si, soy feminista. Me apenaría no serlo”.\n
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  • 2010-04-21 05:11:17
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  • La buganvilla que amaba a una araucaria en el jardín de Ángeles Mastretta
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