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  • He llegado a Juchitán, una olvidada población en el estado de Oaxaca, al sur de México, a la que hasta a muchos mexicanos les costaría situar en el mapa.\n \nEn contraste con el escaparate hedonista y cosmopolita de Los Cabos, Juchitán es el México real, el de verdad. El México donde un taco cuesta 4 pesos, los altoparlantes desgranan por la calle los titulares tremendistas de los periódicos del día, en los mercados huele a quesillo, a chiliancho, a carne sudorosa y a marquesotes y en las cantinas hombres de rostro curtido y mirada austera beben cerveza Indio o Victoria tan helada que el primer trago hace daño. El México que a mi me gusta. En el que me siento cómodo.\n\nPese a ser una ciudad calurosa en extremo y en la que el único turista soy yo, a Juchitán se le han dedicado varios estudios antropológicos, algunas decenas de reportajes y unos cuantos documentales (uno de ellos, multipremiado) por la especial condición social de las mujeres en la sociedad zapoteca, la cultura dominante en este istmo de Tehuantepec .\n\nDurante mucho tiempo se habló del matriarcado juchiteca, una sociedad donde las mujeres ejercía de cabezas visibles de la familia y del grupo, algo sorprendente en general, pero más aún si pensamos que ocurría en un país tan machista como México.\n \nEn realidad no se puede hablar de un matriarcado en el sentido estricto de la palabra. Todos aquí saben que el cabeza de familia es el hombre, y es él quien toma las decisiones últimas. \n\nPero sí es cierto que las mujeres juchitecas gozan de una posición social en el grupo mucho más fuerte que en otras culturas indígenas mesoamericanas y que tienen independencia económica, en cuanto son ellas las encargadas de la actividad comercial de la familia, y una alta capacidad de decisión en muchas facetas de la vida familiar y colectiva. Esto atrajo hasta Juchitán a antropólogos de medio mundo.\n\nTienen también un carácter de mil demonios. Basta intentar hacerles una foto en el mercado para saber cómo se las gastan. Aunque en el fondo, es solo una manera de defensa preventiva. Al segundo día de deambular por el mercado de Juchitán, algunas mujeres vestidas a lo Frida Khalo (en realidad Frida Khalo se vestía como ellas) ya me saludan con familiaridad. Una anciana que teje guirnaldas de guiechachi en un lateral del zócalo me lanza una sonrisa: “Buenos días, güero, ¿otra vez por aquí? ¿qué va a llevar? \n
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  • 2010-05-03 07:48:59
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  • Juchitán de las mujeres
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