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  • En mi casa todos somos lectores empedernidos, de géneros y temáticas bien diversas, eso sí, pero pseudoadictos al fin. Ha querido el azar que mis dos hijos lo sean en extemo, de manera que, por mucho que haga para fomentar el uso de la biblioteca del barrio, esta adicción nuestra supone un presupuesto desorbitado, especialmente en lo que se refiere a los niños que tienen más tiempo para leer y son víctimas más fáciles de los movimientos mediáticos.\nSí... mejor gastarlo en libros que en farmacia, o en sábanas como se decía antes. Mejor incluso que gastarlo en la declaración de renta (si no fuera porqué estos gastos no desgravan) pero no por ello deja de ser una sangría para la familia la compra de un mínimo media docena de libros (al margen de los que incluye el material escolar) todos los meses.\nNo obstante he de reconocer que la compra de libros pese a producirme un pinzamiento en el bolsillo, me produce también un gran momento de placer: buscar, pensar si va a ser de su agrado, recordar sus comentarios sobre las últimas lecturas para intentar no equivocarme, es como si al pensar en el libro que compro me obligara a acercarme un poquito más a ellos.\nPero el último apocalipsis (y lo digo así por temor a parecer grosera usando otra metáfora) lo vivimos jutos mis hijos y yo este mes de agosto y supuso uno de los muchos buenos momentos a recordar de las vacaciones.\nEra el último día de nuestra estancia en un/a pueblo/ciudad, que ni los aborígenes se ponen de acuerdo, de la provincia de Burgos (nosotros somos de Barcelona) y habíamos pasado díez días, fiestas mayores incluídas, en compañía de un grupo de amigos formando a su vez que paralelamente formaba parte de una gran peña festiva (¡La mejor, sin duda). Los tres habíamos disfrutado como tontos de las charangas, las cenas, las comidas, las rondas...¡Pero si habíamos pasado juntos cuatro largos días separándonos apenas para dormir unas pocas horas!\nVisto así resulta perfectamente comprensible nuestro pesar de separarnos de aquellos viejos y nuevos amigos, de los mayores y de los niños.\nQueríamos dejar algún recuerdo a los peques del grupo, que suelen ser los más desconcertantes e imprevisibles respecto a la memoria. Lo de comprar algo en el Bazar (que parece que están llegando a todos los sitios) no nos gustaba nada; lo de las golosinas o los dulces tampoco nos convencía por efímero y fácil... finalmente pensamos en regalar un libro a cada uno de los 9 niños y niñas del grupo.\nLo cierto es que durante las fiestas poco tiempo y poca coherencia en los horarios había habido como para frecuentar la librería-papelería excepto para, con los ojos hinchados por el sueño, por la luz del mediodía, y alguna que otra vez por un amago de resaca, había hecho alguna que otra fugaz incursión para hacerme con la prensa.\nEste desconocimiento de la oferta con la que podíamos contar me producía cierta inquietud, de manera que cuando entramos en el local, de unas proporciones mucho más que dignas, y nos plantamos frente a las estanterías de libros, respiramos satisfechos y agradecidos a aquella pareja que realizaba el esfuerzo de ofrecer una selección variada, de calidad, y de buen gusto a sus conciudadanos y a los foráneos que nos dejábamos caer por allí.\nYa en materia, mi hijo con 13 años, ni hija con 6, y yo, descubrimos un libro que parecía hecho para uno de los niños: Un libro de un castillo medieval de esos con ventanitas que se abren, ilustraciones detalladas y frases claras, que no dudábamos para nada que iba a ser un sueño para Alberto, un caballero de los de antes que con 6 años ya se había enfrentado con toda suerte de ataques enemigos a base de cazuelas de aceite hirviendo vertidas desde las almenas, con pesadas espadas, con teas tiradas desde los cañones... Un pequeño erudito del Cid (como corresponde a la tierra). Creo que casi me temblaban las manos cuando le pregunté a la propietaria de la tienda si recordaba que alguién hubiera comprado aquel cuento para Alberto y me juró que no . La información exacta, confrontada y directa es una de las armas de doble filo de la vida en las comunidades pequeñas y aquella vez nos dió un alegrón.\nA partir de ahí fuimos escogiendo cada uno de los libros que iban a ser para los respectivos niños y niñas cuyas edades comprendían, desde los 18 meses hasta los 14 años.\n¡Estuvimos más de 75 minutos eligiendo libros y comentando su idoneidad!. La cría, experta desde 1 año hasta los 8. El chaval de los 8 en adelante, y yo... yo soy maestra e intentaba no cortarles el rollo ni influir demasiado, aunque lo cierto es que tampoco hacía mucha falta mi intervención, porqué mis hijos conocían mucho mejor que yo a los destinatarios del regalo y mostraban tanto o más entusiasmo en la elección del que mostraba yo misma. En favor de los dueños del establecimiento he de decir que en ningún momento se nos acercaron a "asesorarnos" a "vendernos" ni a darnos prisa... ¡Chapeau!\nMis chavales se pasaron toda la tarde preguntando que si ya podían repartir los regalos, y hasta la noche que no se entregaron estaban nerviosillos y excitados como si los libros los hubieran escrito ellos mismos.\nDemasiado bien sé que a algunos de esos chicos y chicas, maldita la gracia que les haría recibir un libro como regalo aunque todos los padres y madres se mostraran la mar de contentos.\nPero aunque cuando se hace un regalo, se debe pensar en quien lo recibe, mis chicos y yo compartimos con aquellos amigos una de las cosas que nos ofrece parte de los mejores momentos en nuestro día a día. \nY además estaba Alberto, que sentado en un banco del local olvidó por una noche "las barracas" de la feria, y leyó, releyó, abrió y cerró ventanas del castillo, todo lo que quedaba de noche, protestando incluso por tener que cerrar el libro para casi de madrugada volver a su casa con unos ojos que brillaban esa noche de entusiasmo en lugar del brillo habitual del sueño que, la mala conciencia de los adultos nos hacía durante aquellos pocos días mirar hacia otro lado.\nEn medio de todas las broncas recíprocas, reflexivas, transitivas e intransitivas de días y días de vacaciones conviviendo padres-hijos-hermanos de mi querida familia, aquella compra (aunque insisto que fue de escándalo en lo que a dinero se refiere) me hizo sentir satisfecha y orgullosa de mis bastagos... ¡Que gustazo!\n\n\n
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  • 2007-08-28 20:50:47
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  • ¡Que gustazo regalar libros!
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