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  • …la puesta de sol nos había dejado una profunda y apacible sensación. Nos sentamos en círculo y comenzamos a dialogar sobre los acontecimientos que se sucedían en una cadencia a la que no estábamos acostumbrados en Barcelona. El ajetreo cotidiano… las prisas por coger el autobús que partía sin esperar al que venía corriendo… el ir y venir por los andenes del metro a horas punta y empujándonos unos a otros para entrar en unos compartimentos totalmente apretujados… En definitiva, nos estaba invadiendo la añoranza y los recuerdos que cada uno habíamos dejado atrás… \n\n

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    El cielo, de repente, comenzaba a oscurecerse y a cubrirse de multiformes y densos nubarrones… ¡Se avecina tormenta…! nos gritaba Luís Carlos, -el experto en aventuras- quien no tardó en ponernos al corriente de la situación…\n\n

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    - Vengo del puente de mando y el capitán ha dado las órdenes oportunas para establecer el protocolo de seguridad. ¿En el mar también hay protocolo? –le contesté. \n\n

    - ¡Qué te crees! –me dice Luís Carlos-. Cuando hay tormentas en la mar, la visibilidad es muy reducida provocada por los fuertes aguaceros. Y más con la oscuridad que nos cubre. Da la sensación de que navegamos como boca de lobo. Se tiene que prevenir los abordajes, emitiendo diferentes tipos de sonidos a ciertos intervalos, y reducir la velocidad. Y si hay fuertes vientos arriar las velas, encender los pilotos, el verde a estribor y rojo a babor. Y más estando seguros de que la tormenta está justo en el área de Cerdeña, o sea que vamos a encontrarnos cara a cara con ella.\n\n

    - ¿Y no puede ocurrir, que en la medida que nos aproximemos a Cerdeña, esté amainando el temporal? –le comento. \n\n

    - Ya se ha cerciorado el piloto. Ha establecido contacto por radio. Se emiten los boletines meteorológicos al término del período de silencio. Los períodos de silencio se establecen después de las horas y las medias. Son los minutos 00, 01 y 02 y los minutos 30, 31 y 32. –me contesta.\n\n

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    El temporal irremisiblemente nos invitaba a sufrir una experiencia fuera de lo habitual. Ninguno de nosotros, quitando por supuesto a la tripulación del velero, habíamos pasado por algo parecido, al menos en alta mar. Todos nos agrupamos en la popa del velero, expectantes a los acontecimientos que se avecinaban. Es curioso comprobar in situ que cuando se desata la furia de los elementos, la naturaleza te ofrece su lado más poderoso y devastador. El hombre en esas situaciones, lo único que pacientemente puede hacer es confiar que salgas sano y salvo… El furor del mar se acentuaba y nos mostraba su violenta agitación… Los truenos incrementaban sus poderosos estruendos y los relámpagos abrían el espacio y trazaban su lumínica rúbrica en el tenebroso vacío. El casco del velero sufría los continuos azotes del viento y el agua inundaba por momentos la cubierta del bajel… Ni que decir tiene que el pánico se reflejaba en nuestros asustadizos rostros…\n\n

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    De repente a lo lejos, oteando el horizonte y haciéndose un hueco y penetrando y en la tenebrosa noche, se podía divisar una pequeña luz que venía a intervalos y a todos nos llenó de esperanza. Era el potente foco del faro del cabo de Caccia… Por fin la luz tenía el poder de guiarnos en la oscuridad de la noche y corregía el rumbo a seguir… Nos estábamos aproximando a una de las más bellas ciudades de Cerdeña encaradas al mar… Alguer, ciudad que tiene estrechos vínculos con Barcelona… \n\n

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  • EL PUNTO DE PARTIDA VII
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