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 Levantarte. Sentir que no quieres hacerlo porque el frío que hay ahí fuera, en el exterior de tus sábanas calientes y seguras, es peor que ese ducha de agua fría que te espera porque alguien ha malgastado todo el agua caliente que había.\n\n\n\nLevantarte sin ganas. De mal gas. Porque tienes que salir dos horas antes de casa para poder llegar 5 minutos tarde a tu trabajo. Vestirte a todo correr porque hoy, justo hoy que hay nuevo jefe, se te han pegado esas sábanas tan ricas y el agua estaba especialmente fría.\n\n\n\nPero hay un momento en todo ese caos matutino, unos pequeños segundos antes de volver a pensar en nada más, en que el levantarse merece la pena. El café. Ese café extra grande y que cuesta un ojo de la cara, pero que puedes ir tomando por la calle. ¿Para qué? Pues para hacer frente al frío que hace. Para sentir tus manos calientes mientras agarras ese vaso. Para sentir tu garganta y tu estómago como si fuese verano, aunque esté cayendo el más grande de todos los diluvios.\n\n\n\nTal vez se una tontería. Tal vez. Pero a mí me hace sentir bien.\n\n
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