Sumo en pantalla gigante\n\n
(Lunes, 13 de enero de 2003)\n\n
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Arribamos a la Terminal No. 2, del aeropuerto de Narita. Luego, Ulda, Luís y yo subimos a un tranvía de color amarillo; pasamos por Inmigración; recogimos el equipaje; y nos sometimos a la inspección de Aduana; y al final, fuimos al mostrador de JICA, donde un joven, muy diligente, nos estaba esperando. Tras aguardarlo durante unos minutos, nos llevó hasta la salida C: ahí abordaríamos un avión de Japan Airlines, el cual nos trasportaría a Fukuoka, una ciudad situada en el sureño distrito de Kyushu.\n\n
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Pero, antes de marcharnos de Narita, recibí una impresión que jamás olvidaré. Ulda, Luís y yo decidimos cambiar algunos dólares por yenes. En consecuencia, fuimos a una sucursal bancaria. Mientras hacíamos una fila, noté que una multitud, callada y serena, contemplaba ante una pantalla enorme, una lucha entre dos hombres obesos, cada uno con el pelo negrísimo, recogido en la parte superior de la cabeza, mediante un rodete. Ambos estaban vestidos con una especie de taparrabos. Reparé, además, en que cuando uno de ellos lograba tumbar al otro, o conseguía sacarlo de la plataforma circular donde se hallaban, entonces parecía que la pelea había concluido.\n\n
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Días después, pero ya alojado en el Centro Internacional de Kyushu, volvería a ver, en la televisión, la misma escena del aeropuerto. Lleno de curiosidad, le pregunté a alguien acerca de esos luchadores, los cuales me resultaban tan extraños, por su parsimonia antes del combate, y por su gran fiereza mostrada durante la pelea. Y así supe, que se trataba del sumo, el deporte nacional de Japón. También, me explicaron que el sumo fue, primero, un ritual oracular, pero luego, con el correr de los días, se convirtió en el espectáculo que ahora conocemos. Asimismo, me comunicaron que el ritual efectuado antes de empezar la lucha, consiste en estirar una pierna, en agacharse frente al rival, en ponerse en cuclillas y extender los brazos en cruz, y en lanzar puñados de sal hacia el ring, con el propósito de purificarlo, acciones que forman parte de la más antigua tradición del sumo.\n\n
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Pues bien, a las 7:35 p.m. partimos del aeropuerto de Narita. Ulda, Luís y yo viajamos en asientos contiguos. Sin lugar a dudas, después de haber vivido la experiencia del vuelo Nueva York-Tokio, éste nos pareció como si fuera un juego de niños: en noventa minutos tocamos la pista del aeropuerto de Fukuoka.\n\n
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Dos personas de JICA nos estaban esperando. Nos reconocieron al instante, porque, conforme a la recomendación del muchacho de Narita, llevábamos en las solapas de nuestros abrigos un sello cuya inscripción decía: "Participante de la Agencia de Cooperación Internacional del Japón". Tras colocar el equipaje en un minibús, iniciamos un recorrido que duró más de una hora. Al final, llegamos al Centro Internacional de Kyushu (KIC), en la ciudad de Kitakyushu.\n\n
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Y no bien pisamos el umbral, un empleado de la recepción me entregó el siguiente mensaje:\n\n
¡Bienvenido! Le deseamos sinceramente que disfrute la estancia en Japón y obtenga buenos resultados de la capacitación.\n\n
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Usted tiene programada la sesión preliminar de información en KIC, para mañana, 14 de enero de 2003. Su coordinadora, Yoshimi Kakimoto, lo esperará en el lobby de KIC, a las 9:30 a.m.\n\n
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Por favor, lleve su pasaporte, el boleto de avión de regreso, dos fotos de tamaño reducido, la libreta de participante y un bolígrafo para el registro.\n\n
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El desayuno es servido gratis en la cafetería de KIC.\n\n
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Para cualquier información, contacte a su coordinadora a través de la recepción.\n\n
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Atentamente,\n\n
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Gen Usui\n\n
Oficial de JICA. \n\n
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