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  • Pero volvamos al camping. Es la primera vez que pisábamosuno y nos quedamos gratamente sorprendidos: en el área de acogida (que está allado de un precioso castillo, del que la recepción forma parte) hay caballospara clases de equitación y, ya dentro del recinto, la sensación fue todavíamejor. Unas piscinas con toboganes dignos de cualquier parque acuático que seprecie y con una extensión francamente abrumadora. Estábamos instalados a esode las siete y cuarto de la tarde: la tienda es de las de Decathlon que semontan en tres segundos. En efecto, así fue. La cosa será si se pliegan tambiénen tres segundos o hay que seguir algún curso rápido de ingeniería, que uno esmuy zoquete para estas cosas. Da grima ver esa tiendecita, la única cutre enmedio de lujosísimas autocaravanas,tiendas-piso-de-trescientos-metros-cuadrados y cosas así. La colchoneta no sehinchó como debía, porque no la habíamos cargado con el artilugio que, muysabiamente, mi compañero Andrés me había aconsejado. Y también será más difícilde lo que parece (otro curso de ingeniería) volver a meter todo en el maletero.Ahora mismo ya está lleno y tenemos tienda, sacos, colchoneta, mesa ysombrillas diseminados por nuestra parcela. Dimos una mini vuelta, cenamos comopudimos y en situación totalmente provisional, y emprendimos una larga andaduraen pos de las duchas y baños, que no encontramos hasta las diez y media, más omenos. Ya empezábamos a dudar de su existencia.\n


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    Porque uno de mis miedos principales, pero también por eso mireto principal, es el de superar esa inutilidad manifiesta para las cosasprácticas más fáciles y sencillas para el resto de los mortales. En Burgos, mepierdo hasta al salir del hipermercado, y no es infrecuente que en los viajesno encuentre las salidas y las entradas de las ciudades donde deben estar. Nosé si estoy ahora más despierto (lo dudo) o quizá los franceses tienen losletreros muy bien puestos (va a ser eso), pero sólo nos hemos pasado de largouna vez en todos los recorridos realizados hasta ahora. Y ya llevamos unossetecientos cincuenta kilómetros entre pecho y espalda.\n


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    La noche fue entretenida. Duermes en una tienda enana en laque cabe poco más que el colchón. Te despelotas allí mismo como puedes paradormir. Intentas subir bien la cremallera del saco, así, con cuidado… y, claroestá, pillas la tela o se rompe, como le ocurrió a Alberto. Luego, en un alardede buena voluntad y con ánimo emprendedor, piensas leer mucho tiempo mientrasiluminas de pena con la exigua potencia de un par de linternas. Y luego, lapuñetera colchoneta. Si parecía poco hinchada, cuando estás un cuarto de horatumbado y el culo empieza a tomar contacto con la dura realidad de la tierrapiensas en la noche que te espera. Eso por no hablar del rocío y el doble techo,que fue destilando lentamente gotitas que fueron mojando un poco mi parte de latienda. Alberto quedó ileso. Pero bueno, al final cayeron unas cuantas horas desolaz en brazos del Morfeo ese.\n

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  • 2007-07-17 18:40:45
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  • El camping, la noche, los bártulos
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