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El otro día recibí un PPS titulado “El sufrimiento de una Geisha” que contenía fotografías de una anciana con unos pies brutalmente deformados. El título era inexacto pues la señora en cuestión ni era japonesa ni había sido nunca una Geisha, pero las imágenes de sus pies eran realmente estremecedoras. \n\n \n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n
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La mujer fue noticia en 2006, cuando fue vista comprando en un supermercado caminando penosamente con pasitos entrecortados y la ayuda de un bastón. Sus pies vendados y muy pequeños, llamaron la atención de los clientes del supermercado, y la noticia salto a la prensa.\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n
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Esta anciana de 86 años, cuando tenia solo seis había sido sometida a una” reducción de pies” o “pies de loto”. Estas prácticas, que habían sido prohibidas quince años antes, seguían manteniéndose de forma clandestina en las zonas rurales más aisladas.\n\n \n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n
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Esta brutal tradición se inició entre las damas de la corte de la dinastía Tang, en el siglo VI y perduró hasta principios del siglo XX, cuando se prohibió oficialmente en 1911. \n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n
\nLo que al principio solo era un capricho y un canon de belleza que seguían las mujeres nobles, pronto se convirtió en una obligación para todas las jóvenes. \n\n \n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n
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Todas tenían que pasar por esta tortura, incluso en contra de su voluntad. Tener los pies pequeños era considerado la máxima expresión de la sensualidad y del encanto femenino, y las jóvenes con los pies más pequeños tenían mejores dotes y mayores perspectivas de casamiento.\n\n \n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n
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El rito del vendaje empezaba a edades muy tempranas, entre los 4 y los 8 años de edad, y era realizado por la madre. La edad mínima era a los 4 años, porque si se hacía antes, corrían el riesgo de que la niña pudiera perder por completo la facultad de andar. \n\n \n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n
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El proceso consistía en doblar y masajear los dedos hasta fracturarlos. Después los vendaban fuertemente con telas de seda humedecida que los mantenían doblados y apretados, en forma de uve, contra el talón. Este vendaje, que se retiraba cada dos días y se volvía a poner, conseguía que los pies dejaran de crecer y en dos años se conseguía un pie de tan solo diez centímetros.\n\n \n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n
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Durante los siguientes 10 años, los pies se mantenían aún vendados, pero las vendas de cada vez se apretaban menos.\n\n \n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n
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Esta tortura que dejaba a las mujeres los pies destrozados para toda la vida, cumplía con los cánones de belleza establecidos, añadiendo a otros atributos como una silueta delgada, cejas finas, cara oval y boca pequeña, unos “lotos de oro”. Pequeñísimos pies que debían cumplir unas determinadas características, debían ser delgados, pequeños, puntiagudos, arqueados, perfumados, suaves y simétricos.\n\n \n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n
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Pero la creencia siempre ha sido, que tras esta idea tan particular de la belleza, se escondía otra realidad. \n\n\n
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Con esta práctica ancestral e inhumana, se conseguía controlar a las mujeres, mantenerlas en casa lejos de extraños, poca vida social podían llevar cuando les costaba tenerse en pie y mantener el equilibrio, cuando para ellas cada paso debía ser una verdadera agonía.\n\n \n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n
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Aunque hoy DIA este ritual se haya prohibido y las pocas mujeres que lo padecieron y aún viven son casi centenarias, es un drama que no puede caer en el olvido y que debe empujarnos a luchar contra otros que todavía existen como la mutilación genital femenina o, ablación de clítoris que se sigue realizando en Africa Central y que se practica cada vez a niñas más pequeñas, para evitar que puedan decidir pos si mismas.\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n
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