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Raikkonen, el merecido campeón del mundo, acaba de declarar: "Soy tan feliz que casi duele". Puedo imaginar la sensación de Raikkonen después de conseguir algo tan difícil como ser campeón del mundo de Formula 1. Es la culminación de toda una carrera, un sueño de niño que se hace realidad tras haber estado a punto de conseguirlo en dos ocasiones anteriores. Y además se hace realidad cuando ya casi se daba por descartado, cuando una gran dosis de suerte es necesaria. Es, en suma, la felicidad que aúna el deber cumplido, la culminación de una carrera profesional y la alegría inesperada de que te toque la lotería. Difícil imaginar una situación más feliz. Pero, ¿cómo puede doler el ser feliz?\n\nNunca he experimentado esa sensación. Una felicidad que sea tan intensa que casi se convierta en algo físico. Quizá todo estribe en lo que cada uno entiende por felicidad. Quizá para algunos la satisfacción de corroborar que un amor es correspondido es felicidad. Quizá alcanzar una meta profesional da la felicidad para otros. Quizá haya gente que de forma sincera sea capaz de afirmar que es feliz, continuamente. Yo sólo puedo decir que a veces, durante un instante, siento que no hay lugar ni manera, en el cielo o en la tierra, de sentirme mejor. Son momentos de felicidad. Momentos de placidez, de tranquilidad plena. Los otros han sido para mí momentos puntuales de excitación, de sentirse flotando por haber conseguido algo buscado durante mucho tiempo. Pero no de felicidad. \n\nSin embargo, puedo imaginar cómo me sentiría si fuera feliz en uno de esos momentos de consecución de una meta. En esos momentos en los que la adrenalina invade tu cuerpo, en los que se entrecorta la respiración, en los que todo tu cuerpo vibra por lo conseguido. La felicidad en esos instantes creo que me provocaría una sensación casi inaguantable, creo que, quizá, casi me dolería ser tan feliz.\n\n\n
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