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  • Continuo con la segunda parte. La primera parte podéis leerla en El trío (Relato verídico de sexo) Los preparativos\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n

    Así que estaba decidido… después de comer me iría con la guapa valenciana con destino Santiago de Compostela, y con parada en noche tórrida de sexo. Llamé al albergue de peregrinos y me confirmaron que no había sitio, pero me dieron el número de un hostal en el propio pueblo. Reservé una habitación para dos y quiso la diosa fortuna de nuevo que sólo tuvieran libre una cama de matrimonio. La situación estaba mejorando por momentos… Aún así, y porque no quería que pensara que era una encerrona, decidí comunicárselo.\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n

    -No hay problema. – Me dijo – pero he hablado con mi amiga La Portuguesa y también se apunta… ¿Puedes preguntar si hay sitio para los tres?\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n

    -Bueno… voy a probar… pero ya sabes… en esta época… año santo… en fin… será difícil…\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n

    Conseguir que una bella y joven desconocida se meta en la misma cama de uno en un hostal de mala muerte es difícil. Montarte un trío con dos bellas y jóvenes desconocidas en un hostal de mala muerte entra dentro de lo casi imposible. Así que quedé convencido de que todo había sido una imaginación mía y que la valenciana no quería nada más que conversación y un besito en la frente de buenas noches. Recé para que no hubiera sitio, pero no me sonrió la fortuna en ese momento… o sí, quien sabe.\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n

    Me despedí de mis amigos peregrinos entre abrazos y promesas de quedadas futuras. Sólo cumplí una, con la guapa Princesa Leia, pero esa es otra historia que no viene al caso ahora mismo (pero que sin duda contaré algún día). Me costó dejarles porque les había cogido mucho cariño… y eso que habían sido nada más que diez días… aunque diez días muy intensos. Pero llegar a Santiago era importante para mí.\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n

    Salí solo y caminando a buen ritmo por los solitarios caminos de tierra de la bella comarca Lucense, sorteando flechas amarillas y poyetes de piedra con engañosas promesas de descanso. No hay que olvidar que yo ya llevaba una etapa completa de veinticinco kilómetros por la mañana y que me esperaban otros quince kilómetros por la tarde… como si fuera una maratón, pero cargado con una pesada mochila. Eva y La Portuguesa decidieron seguirme más tarde, una vez que consiguieran que algún taxista les llevara la mochila al Hostal… así que yo me adelantaba para hacer efectiva la reserva. \n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n

    Resumiré los quince kilómetros como demasiado largos y desesperantes. Sobre todo los últimos dos o tres, que ya caminé con el sol prácticamente oculto, se me hicieron eternos. Pero por fin llegué al hostal, poco antes de las diez de la noche. Estaba cansado y casi agradecí que al final no hubiera fiesta con la valenciana porque no estaba seguro de poder dar la talla. Estaba tan cansado que ni subí a la habitación y cené en el comedor del hostal, solo, con la compañía de un televisor sin volumen y un tapiz de unos perros jugando al póquer (que puede dar una idea del nivel del establecimiento).\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n

    Eva y La Portuguesa llegaron poco antes de que terminara el café. Venían tan frescas y descansadas como puede ir alguien que ha cogido un taxi y no ha tenido ni que levantar la mano para pedirlo. La Portuguesa, a la que no había visto antes, era un poco más baja que Eva, morena de piel y más mayor que ella. Yo le echaba como un par de años más, como mucho. Una larga melena morena, lisa y brillante le caía sobre los hombros y casi, y digo casi, ocultaba un escote generoso. El pantalón vaquero recortado contorneaba sus firmes piernas y le hacían más que atractivo el culito respingón… lástima que lo del trío fuera prácticamente imposible…\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n

    Subimos a la habitación y nos repartimos las camas. Para ellas, la de matrimonio. Para mí, la supletoria. Teniendo en cuenta que llevaba ya tres días durmiendo en el suelo, una cama supletoria era un lujo asiático en comparación. Me metí en la ducha (Un huevo-ducha para ser más exactos) y me dediqué un buen rato a quitarme el polvo del camino, a hacerme las curas de rigor en las rozaduras, darme crema en los pies y en las piernas y, también, a recortarme un poco la poblada barba de dos semanas. Lo que se dice un repaso completo. \n\n\n\n\n\n\n\n\n

    Y al salir…\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n

    Lo que pasó al salir lo veremos mañana en la tercera y última parte del trío (tres partes para un trío… menos mal que no fue una orgía con 144 personas)\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n

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  • 2008-02-12 20:57:52
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  • El trío (Relato verídico de Sexo) Calentando motores
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