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 Una caravana de camellos en el ojo de una aguja. Un juego de collar y pendientes sobre una pepita de manzana. Pinocho y Gepetto en una cáscara de pistacho. O la torre Eiffel sobre una semilla de amapola. No se trata de una lista de disparates o incongruencias: es el arte de las microminiaturas, con el que se puede llegar a reducir el tamaño real de los objetos unas 100.000 veces. El arte que confirma que nada es imposible.\n\nMuestra de ello es el Museo de Miniaturas de la localidad de Besalú, en Girona, que expone en sus cinco salas unas 2000 piezas. Todo gracias al coleccionista privado Lluís Carreras, un joyero jubilado que se ha dedicado a reunirlas toda su vida y que ha querido rendir homenaje a los virtuosos maestros creadores. El visionado de estas minicreaciones tiene que hacerse con microscopios y lupas, bajo un sistema especial de iluminación para no perder detalle. \n\nPara construir estas preciosidades, capaces de despertar la ternura del más duro, hay que templar la paciencia hasta límites insospechados. Más que los chinos que escriben en un grano de arroz. Algunos de los artistas hacen submarinismo o practican yoga y meditación para controlar la respiración. Y sus herramientas de trabajo no son menos llamativas: algunos recurren a una pestaña pegada en un palillo a modo de pincel. O diminutos bisturís para intervenciones ópticas, entre otros inventos.\n\nY dijo Jesús a sus discípulos: "Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre al Reino de los Cielos". Y no andaba muy desencaminado.\n\n\n
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