Ayer hacía calor, mucho calor. No me crucé con nadie en toda la ruta, excepto al final, casi a las ocho de la noche, cuando el sol se ponía. Salí de casa a las cuatro de la tarde y atravesé un buen desierto. Hice kilómetros de soledad y de silencio. Iba feliz y tranquilo mirando alrededor a ese mundo repleto de pequeños animales; un universo aparte que tiene su existencia al margen de la nuestra. Rodé y rodé sin saber muy bien adónde me dirigía con esa sensación de ligera aventura que da el saber que estás lejos de casa.\n
A la vuelta la gente trabajaba en las tierras de labor. Una pequeña casa se destacaba en un inmenso campo de maíz; un lugar de postal, una pequeña maravilla por la que nunca había pasado el tiempo.\n
Contemplando la casa yo imaginaba unos kilómetros más allá la carretera, y luego la ciudad, con toda ese otro mundo repleto de gente perdida en sus historias que luchan desesperadamente por no se sabe qué. Todos buscando algo intangible, absurdo, transitorio. Dinero, éxito, poder… Algo que no les llenará jamás.\n
Hace ya mucho tiempo que decidí salirme de eso. Quise ser como soy, un solitario, un tipo extraño que vive la vida a su manera, alguien que ni siquiera aspira ya a la felicidad, sólo a sentir un momento de paz, y desde entonces, contemplo como a mi alrededor la gente nace y muere, se casa, triunfa, tiene hijos, enferma, fracasa y pierde amigos. Se crean, se destruyen, se transforman… El ciclo de la vida. Observo como todo está sujeto a esa fascinante ley del cambio, a ese continuo cambio misterioso que nos lleva quién sabe a qué lugar.\n
Caía el sol y me paré un momento a descansar en la curva del río. Creo que estaba muy deshidratado. El mismo conejo de la última vez se acercaba de nuevo a mí por el camino. No sé si lo soñé. El termómetro de mi reloj marcaba treinta y nueve medio. Los ojos me escocían por la sal que contenía mi sudor y una avispa se había posado en mi rodilla. El pequeño conejo nos observaba con gesto de curiosidad. Miré a mi bicicleta y dije algo, pero ella no me respondió. La pobre se había quedado dormida mientras tanto.\n
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