LACOMUNIDAD.ELPAIS.COM_UNDOS333_2007_8_7_EL-LAGO

La temperatura ha descendido algunos grados y eso se nota a la hora de rodar. Regreso al camino de los acantilados después de unos días de no pasar por aquí y lo primero que observo es que todos los cardos se han secado. El desierto ahora es mucho más desierto después de esta semana de calor sofocante. Nada parece haber sobrevivido a la ola de calor. No queda ni rastro de la lluvia de ayer, la tierra se la ha bebido al instante.\n

Paro en un límite geodésico y hago algunas fotos. Son las cuatro y media de la tarde y no se ve a nadie por ninguna parte. Estamos en agosto y la tierra parece haberse quedado desierta. Bebo agua, aprovechando que aún no está demasiado caliente, y me marcho de allí.\n

Bajo las cuestas rápido. Observo que los cardos, al secarse, se han consumido y ocupan menos espacio del camino. Ahora se puede bajar bastante más aprisa. Disfruto de estas bajadas y avanzo a buen ritmo. A mi derecha todo es desierto: plantas amarillentas, cardos resecos… Ni un rastro de vida. A mi izquierda, en cambio, pronto diviso un lago. Desciendo en paralelo al borde de un acantilado. Al poco tiempo estoy en un nuevo paraje lleno de vida. Árboles, agua, vegetación, insectos… No hay gente; los pájaros y los conejos apenas se espantan a mi paso. Paro en un par de sitios y le hago fotos al río, a los árboles… A todo lo que veo alrededor. Pasa una nube y el cielo se cubre un momento: me cuesta marcharme de allí. La tarde se detiene en este mundo especial. Parece como si mi bicicleta y yo estuviéramos muy lejos de nuestra casa. Como si nos hubiéramos salido de nuestra sociedad. Esta tarde, este lugar se carga de pronto de misterio. He entrado en un sitio donde uno encuentra paz, silencio, soledad. Todo lo que amenaza a este rincón de la naturaleza queda al margen. En días como hoy algunas veces siento como si aún pudiera haber alguna posibilidad de salvar estos parajes.\n\n\n

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