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  • \n\nHace unos días, mientras rodábamos mi bicicleta y yo por el valle del Tajuña, nos encontramos con una paloma que tenía el cuerpo y las alas de colores. Primero me quedé perplejo, luego pensé que era el calor. Más tarde comprendí que era verdad eso que estaba viendo ¿Era así ese animal o tal vez lo habían pintado? Lo desconozco, yo no sé nada de palomas.\nNos paramos a contemplarla; estábamos muy intrigados con aquel pequeño ser de\nplumas de colores. La paloma estaba sola, en medio del camino, y era una mancha intensa de color que contrastaba de un modo perfecto con la vegetación seca del campo. Parecía una pequeña obra de arte que alguien hubiera perdido en un despiste extraño, o un objeto de valor olvidado en un descuido fatal por su anterior propietario.\nLa paloma nos miraba también. No parecía sentir ningún temor. Pude observarla despacio, y hubo un momento en que estaba muy cerca de mi, casi junto a mis pies. Era muy bella. Tenía algunas plumas de las alas de un intenso color azul, mezclado con otras de un vibrante y absurdo color rojo. También había en ella otros colores que ahora no puedo recordar, tal vez porque, con los rayos del sol, lanzaban reflejos que confundían mis sentidos, o tal vez porque eran tantos sus colores y ese animal parecía tan misterioso y bello, que me olvidé de pensar en la paloma y tan sólo me dediqué a sentir toda la gran belleza de esa obra de arte que había cobrado vida, de un modo inesperado, ante mis ojos.\n“Hay tres tipos de seres -dijo mi bicicleta, rompiendo el silencio-, los que\nestán en el mundo y dependen de él. Los que están en el mundo y viven para dominarlo y los que viven ajenos a este mundo, sin mezclarse con él. Sólo rozándolo ligeramente, como lo hace esta pequeña paloma”.\nSeguí mi camino pensando en lo que había dicho mi bicicleta.\nLos seres que dependen del mundo -pensé- son esos que viven y habitan el mundo cada día, y comen hierba y pasan sus vidas de un modo sencillo y natural. \nLos que viven para dominar son los que cazan, destruyen, matan, siembran el mundo de violencia, imponen su forma de vida radical y su dolor, como si, por algún motivo misterioso, tuvieran que cargar en lo más hondo de sus almas con una maldición eterna. Estos seres alteran el mundo de los otros. Rompen el orden estable de la humanidad.\nLuego están los pequeños, esos seres humildes, diminutos, cargados de la esencia de un desapego absoluto y total. No viven, solo están, no pueden ser de otra manera. En su esencia permanecen perfectos, sin apenas rozar el mundo con la punta de una de sus alas. Hermosos unos, como esa magnífica paloma, y otros pequeños, anónimos y en apariencia insignificantes. Seres que han nacido para pensar, observar, descubrir, comprender, y al final de sus vidas, tal vez sólo un instante antes de dar el paso final hacia la muerte, transformarse en la obra de arte que cada ser vivo debe llegar a ser. Alma, cielo y esencia de ese lugar acogedor que llaman infinito. "Los animales son como las personas -dijo mi bicicleta-", y caía la tarde y regresamos.\n
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  • 2007-09-11 17:15:09
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  • El color de la paloma
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