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  • \n\nAyer salí a dar una vuelta muy tranquila, sólo quería pensar con calma. Me dirigí hacia el campo y busqué un pequeño camino solitario que discurre junto a unos cortados. La tarde no era muy propicia para montar en bicicleta: hacía calor, un calor asfixiante. El cielo estaba completamente cubierto pero, aún así, no corría ni una brizna de aire. El paisaje tenía un color extraño; la atmósfera estaba cargada de polvo y parecía que en cualquier momento se iba a desatar una de esas típicas tormentas secas de verano. La sensación de bochorno era abrumadora y las gotas de sudor resbalaban desde mi frente, a lo largo del rostro, hasta la punta de mi nariz y desde allí caían al suelo a un ritmo demoledor. \nYo intentaba concentrarme, entrar en mi interior, olvidarme del mundo, perderme en el ritmo de mi respiración y resistir, pues recorrer los caminos sobre mi bicicleta es mi forma de hacer meditación, de salirme del cuerpo, de acercarme a mi esencia, a ese lugar donde se encuentra el niño que nunca debí dejar morir en mi interior. \nLa gente no comprende todo eso que se esconde tras de la resistencia. Recuerdo ahora esa frase que decía: “¿Quien dijo vencer?: resistir es todo”. Dicen que la verdad es la búsqueda de la propia verdad. Sólo una búsqueda, no hay más. “Nunca hay respuestas cuando pregunto al cielo”, como dice la canción. Muy poca gente sabe esto, como muy poca gente parece comprender porqué algunas personas necesitan subir más alto, bucear más profundo, llegar más lejos, corriendo a pie, en una silla de ruedas o sobre una bicicleta. Ahora que ya voy siendo un poco viejo, creo que tengo la respuesta. Hay algo de búsqueda instintiva en todo eso, hay algo de espiritualidad en el esfuerzo. Hay algo trascendente en cualquier forma de resistencia. El que lucha está vivo, y el que está vivo tiene esperanza. Así, uno se esfuerza por una causa justa y se olvida de su seguridad, reniega de su vida a favor de la vida de los demás y paga un precio. Un precio en forma de renuncia. Renuncia a las cosas amables de la vida. Dedica su vida a resistir con\nlos abandonados -a veces el abandonado es uno mismo-, a no rendirse nunca. Y así, sin darse cuenta acaba convirtiéndose en un ser para la resistencia. \nMi bicicleta y yo no hablábamos, tan sólo ella soltó un gruñido cuando casi me salgo del sendero y ruedo por el barranco abajo. Durante un instante me había ido muy lejos. Seguí pedaleando; el camino era estrecho y algunos pinchos se iban quedando enganchados en mis calcetines y me molestaban. Nunca el campo había estado tan seco como lo percibía mi espíritu esta tarde; de pronto pensé en que ya no soportaba más este calor. \nEste verano, ahora, casi al final, se me está haciendo largo. Estoy cansado, muy cansado; necesito aire húmedo y limpio -le dije en un murmullo a mi bicicleta-. Al fondo, el horizonte había desaparecido tras una pasta gris amarillenta mezcla de polvo y contaminación. Se acerca una tormenta -dijo mi bicicleta-, ¿porqué no regresamos?\n¿Regresar? Nunca hay un lugar al que uno pueda regresar -respondí-, la vida no tiene marcha atrás. Sólo se puede continuar, continuar siempre, avanzar a través de todas las edades y las vidas. Continuar en una marcha interminable, atravesando a ciegas este universo incomprensible en busca de la totalidad del ser. \nNo regresamos; así continuamos mucho tiempo, perdidos en medio de aquella atmósfera irreal, hasta que desapareció el calor y la fatiga y todo fue sencillo y especial. Eran las cinco de la tarde de un día de verano; el mundo era un lugar desierto. Un lagarto corría, como un demonio asustado, por el camino.
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  • 2007-09-13 18:02:44
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  • La totalidad del ser
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