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  •     Según los meteorólogos, se suponía que este domingo iba a llover. Pero me he despertado y el sol brillaba alto en el cielo. La tentación ha sido demasiado grande y he salido con mi bicicleta a respirar de nuevo el aire frío del invierno; a pesar de que ayer me había dado un largo paseo del que regresé con los dedos de un pie medio helados. Ayer, la vuelta a casa se me hizo larga, no me sentía demasiado bien. Llegué por la tarde, destemplado y enfermo, con las piernas, el cuerpo y la mente, completamente entumecidos. No me di cuenta de cómo estaban mis dedos hasta que, mientras me duchaba, empezaron a entrar en calor, y entonces noté el tacto acorchado y la sangre palpitando en ellos, con esa intensa sensación de cosquilleo que resulta tan desagradable. \n\n\n\n

      Hoy el día era mucho más amable: hacía menos frío, pero era el suficiente como para tener que ir todo el tiempo con la cabeza y las orejas cubiertas. Rodé sin rumbo por una carretera, y luego continué por un camino. Los cazadores con sus coches todo terreno habían destrozado el camino; y los charcos, helados a primera hora de la mañana, eran ahora una especie de pasta de color marrón y trozos de hielo rotos, que brillaban al sol,   siniestros y cortantes, como cristales rotos.\n\n\n\n

    Chapoteé, dando tumbos, entre el barro y los surcos de las ruedas, moviéndome despacio, pues no me apetecía mancharme demasiado, pero no hubo manera; al cabo de un rato mi bicicleta estaba hecha un asco. Seguí unos kilómetros así, a un ritmo muy lento, disfrutando del aire limpio y fresco hasta que al fin decidí que era mejor volver por donde había ido porque más adelante el camino se pondría aún peor. \n\n\n\n

    Regresé tranquilo atravesando los campos; sólo el ruido que hacían las cigüeñas, batiendo sus picos, rompía el silencio. Hice un tramo de carretera y luego tomé una ruta que rodea un lago. Sobre el agua flotaba un cisne, con aspecto de cisne de cuento. Algunos patos avanzaban en grupo, por el agua, muy cerca de la orilla, junto al camino. Paré e hice un par de fotos. Estos días, cuando miro alrededor, el campo cada vez parece más dormido, más muerto, como si el bosque hubiera perdido definitivamente la esperanza de que un día pueda volver la primavera. \n\n\n\n

    Sin quererlo me fui bastante lejos y así llegué a uno de mis rincones preferidos; me bajé de la bicicleta y caminé junto a ella. Ahora, muy dentro del bosque, en la espesura, todo es silencio y un sólo pájaro que canta. Bajo mis pies se extiende un suelo de hojas secas que crujen a mi paso. El bosque entero duerme el sueño profundo del invierno. Bajo los árboles, aquí, donde casi no llega la luz, como si fuera a causa de un hechizo, el tiempo parece haberse detenido. El suelo está cubierto de una capa de musgo verde, húmedo, esponjoso y frío, todo está mojado aquí, y a unos metros, sobre una piedra, un sapo me contempla con su cara simpática y feliz. El sapo es grande y gordo, y lo mismo que el cisne, también parece un sapo que se hubiera escapado de un cuento. Pienso: “el bosque, el sapo, el cisne... Muy bien, ahora ya sólo me falta la princesa”.\n\n\n\n\n

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  • 2008-01-13 18:15:21
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  • En lo profundo del bosque
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