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  •  Bueno, amiga bicicleta. Voy a llenar de aire tu rueda: esa no, la de atrás. Venga, por  dios, estáte quieta. ¡Mírala cómo es! Al final te vas a caer, ¿te vas a estar quieta? Pareces un caballo. ¿Se puede saber qué demonios te pasa?\n\n\n\n

     Que sí, que ya lo sé, que es demasiado tarde, que va a llover, que estamos cansados,  lo sé, que hace frío... Lo sé... Pero esta noche tú y yo vamos a salir a contemplar las estrellas... ¿Que está nublado? Me da lo mismo. Si no se ven nos las imaginamos y si no  somos capaces de imaginarnos nada, pues nos dedicamos a contar piedras. Estrellas, piedras... ¡Qué más da, si todo forma parte de todo! \n\n\n\n

    Pasado un rato ascendemos por la ladera de un cerro. Vamos uno junto al otro; yo empujo y ella se deja llevar enfurruñada. \n\n\n\n

    La verdad es que sí que hace frío -le digo a mi bicicleta, pero no me contesta.\n\n\n\n

    Llegamos por fin arriba y me siento en un pequeño banco de madera junto a un mirador. Mi bicicleta rumia su desencanto de aluminio y acero. Esta noche no parece tener ganas de charla. Yo estornudo, me sueno la nariz (me sale algo de sangre), y noto que me duele de un modo tremendo la cabeza.\n\n\n\n

    ¡Se está bien aquí! -digo, sin mucha convicción, porque lo cierto es que me estoy helando.\n\n\n\n

     Mientras subíamos ha oscurecido y ahora es noche cerrada. Al fondo, emergiendo de la  oscuridad, brillan las luces de la ciudad. Se pueden seguir las líneas de puntos luminosos de las autopistas, de las carreteras, y también las pequeñas luces de los coches que se desplazan deprisa en todas direcciones. \n\n\n\n

    Nosotros aquí, en medio del silencio y de esta oscuridad, somos espectadores de un  mundo de hormigas que se mueven enloquecidas como si alguien hubiera pisoteado su  hormiguero. Parece un escenario irreal, de película de ciencia ficción de bajo presupuesto. \n\n\n\n

    ¿Sabes? -Le digo a mi bicicleta-: más allá de este mirador existen miles de universos que cambian constantemente; y allá abajo, en el mundo de los seres humanos, suceden cosas a cada instante, y cada suceso hace que a consecuencia de él pasen miles de cosas más, y todo eso se funde en una cadena interminable de cambios y transformaciones constantes, infinitas y eternas, de consecuencias inimaginables. Y sin embargo todo eso debe tener su sitio, su espacio y su lugar. Cada una de esas cosas posee un destino final que da sentido a su existencia... \n\n\n\n

    De pronto mi bicicleta me interrumpe, y lo hace de un modo tan brusco e inesperado  que me sobresalto. \n\n\n\n

    ¿Sentido? ¿Y tú hablas de sentido? Tú yo somos los únicos que no tenemos sentido.  Mira a tu alrededor -me dice con un tono de voz irritado-: me estás volviendo loca. Estoy cansada. Ya no te sigo y dudo que nadie haya podido seguirte nunca en tu maldita vida. ¿No te das cuenta? ¿Qué hacemos aquí los dos? Un viejo cretino y una jodida bicicleta en lo alto de un cerro en una maldita noche de invierno y sin estrellas.    Mira tío -continúa- estoy cansada. Estoy harta de tus andanzas, de tu ir y venir de acá  para allá, de tus historias y de tus soledades. ¿No ves como se lo monta la gente normal, esa que sale los domingos en bicicleta? Pues sí, por si no te has enterado, se reúnen los  domingos a las nueve de la mañana en la puerta del polideportivo, y entre risas y gracias salen a dar una vuelta por los campos. Se toman un bocadillo y una cerveza en la barra del bar de un pueblo cualquiera y se ríen un rato. Hablan de sus cosas y luego regresan felices y contentos a sus casas. Ellos y sus bicicletas ¿No te das cuenta que yo podía llevar una vida así si no fuera porque he ido a dar contigo? \n\n

    Amiga... No sé...\n\n\n\n

    Pues sí. ¡Me tienes harta! Estoy cansada de buscarle un sentido a tu existencia, de tu desapego, de tu lucha interior, de tus guerras y de tus armonías. De tus cardos, del polvo y de esos malditos caminos por los que nunca nos cruzamos con nadie. ¿No te das cuenta? Mira a tu alrededor, ¡joder! El otro día decías: “¡qué soledad! ¡qué silencio! ¿Has visto cuántos pájaros? ¡Cuánta belleza! ¡Y estábamos en un jodido vertedero!\n\n

    Venga, va...-respondo-. Lo que pasa es que hoy tienes un mal día. Ayer me tocó a mí y  hoy te toca a ti, ya verás como mañana lo ves todo de un modo diferente.\n\n\n\n

     ¡Y una mierda, mañana! -dice y le tiembla hasta el cable del freno delantero-.\n\n\n\n

     La miro en silencio un momento y pienso en que tal vez tenga razón, tal vez esté en lo  cierto. De pronto, algo me viene a la cabeza.      \n\n\n\n

    Mira -le digo-: déjame que te cuente una cosa: Ana dice que jamás se puede hacer repaso de la vida en un día pesimista. Ana dice que siempre amanece, que eso no falla  nunca. Ana dice... ¿Te he hablado alguna vez de Ana? Ana es maravillosa: mira... Una  vez, resulta que Ana iba en el metro... No mejor... ¿Sabes? Ana... Sí, sí, la misma Ana, tenía una mochila... Espera... No... ¿te he contado que Ana ha viajado mucho pero que sólo conoce París? Esa sí que es buena, verás... \n\n\n\n

     Volvemos para casa; yo no paro de hablar. Mi bicicleta escucha. Bajamos del cerro a toda prisa y entre las nubes se puede ver ahora alguna estrella. Mi bicicleta ríe... Botones -digo a voces- ¡buscaba esos botones por toda la ciudad!... ¿Tu te imaginas eso?...¿Y tú dices  que yo soy raro?... El campo entero calla y hasta el frío parece interesado en todo lo que voy contando de Ana.\n\n\n\n

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  • 2008-02-14 17:01:04
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  • ¿Te he hablado alguna vez de Ana?
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