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  • Esta mañana, de nuevo, después de algún tiempo, me he dejado arrastrar por la magia de mi bicicleta y he vuelto a sentir el aire en la cara y esa sensación especial de libertad. Tenía ganas, ya lo creo, y ahora lo estoy pagando. Me duelen las piernas y estoy molido. Han sido casi ocho horas de paseo en un día frío, pero con sol.\n\n

    Una de las muchas cosas que me gustan de la bicicleta, además de que relaja el espíritu y te hace ver las cosas con una perspectiva diferente, es que para mí es uno de los mejores sitios para pensar. Cuando decido desconectar de todo y salirme del mundo, me subo en mi bicicleta y me voy a cualquier parte. No necesito ir lejos, muchas veces ni siquiera salir de la ciudad. \n\n

    Hoy he atravesado la ciudad –ese bazar de caos y desconcierto-, y sus alrededores, he ido de acá para allá, sin rumbo, solo con la intención de respirar el aire helado. En mi paseo he parado en un montón de parques diferentes, la mayoría desiertos a esa hora fascinante en la que, de pronto, todo el mundo duerme y las calles se quedan desiertas, justo después de la hora de comer -en la ciudad todo el mundo hace lo mismo a la misma hora-. En esos momentos he descubierto rincones maravillosos donde la ciudad no parecía ser la ciudad que todos conocemos. Bosquecillos escondidos, fuentes que no utiliza nadie, estatuas olvidadas que nadie ve al pasar, praderas de hierba en la penumbra, plazas desconocidas por las que nunca pasó el tiempo...\n\n

    Me gusta descubrir así el mundo que veo cada día, y comprender que no hay un sólo mundo, que hay millones de mundos diferentes a la espera, y que todos tienen un colorido y una profundidad que depende de tu estado de ánimo y de tu compañía. Me he parado a comer un bocadillo junto a mi bicicleta bajo la atenta mirada de un grupo de cotorras que me contemplaban posadas en la rama de un árbol. De vez en cuando, una o dos de ellas, me gritaban alguna barbaridad, como fulanas obscenas o locas desmelenadas. Un gorrión muy joven se ha posado a mi lado, tan cerca, que he podido apreciar cada matiz de color de su plumaje. Ocres, siena, tonalidades de marrón, grises, imperceptibles reflejos plateados... Colores de la tierra, del barro y de todo lo pequeño, colores de lo mínimo que enlaza con lo grande en el círculo infinito de la vida. Mientras lo contemplaba he sentido que en el frágil y diminuto cuerpo de ese gorrión se encontraba la fuerza y el misterio que da origen a todos los fenómenos del universo, a la supervivencia eterna de lo que existe, al milagro tremendo y fugaz de vivir y de ser. A todos nosotros y a todo lo nuestro, lo que amamos, lo que deseamos, nuestros sueños y anhelos más profundos. Todo eso he visto en el pequeño cuerpo de un gorrión bañado por el sol en un día claro de invierno.\n\n

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  • 2009-01-19 06:44:00
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  • La magia de las bicicletas
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