sioc:content
|
-
El Río Colorado y "Los zapatos del caballo" La herradura (meandro del río Colorado)
\n\nLlegar al río colorado fue como llegar al origen de todo. Este río bravo que surcaba y surcaba el Gran Cañón. Observar sus aguas en una tarde apacible. Ver a las gentes que hasta allí habían llegado. El murmullo en silencio de sus aguas. Dormir cerca de su orilla, y despedirse al día siguiente para continuar el ascenso. El sacacorchos, como llamaban a un camino escarpado en el muro en vertical, fue superado y disfrutado, aunque desde abajo, cargados con mochilas y temperaturas infernales, se hacía una gran cuesta arriba imposible de disfrutar. \n\nAllí, en las profundidades, fue un remanso de paz, y la primera cerveza bien fresquita, después de una travesía donde el calor hacía hervir los sesos, y la cabeza completamente mojada con el pañuelo, y las botas y calcetines, dentro de los arroyos, nada de humedad guardaban. Allí en el fondo, los corazones latían. Y gente variopinta en el rancho fantasma se agrupaban, se dejaban en paz, en esos momentos de tranquilidad inmensa y paz personal, y se sonreían. Viaje particular de cada uno era. Ese sonido y arrastrar del río, esa naturaleza directa, llevaría hacia Alaska. \n\nDías después, se encontraría de nuevo parte del Río Colorado, en una hermosísima estampa de colores turquesa y esmeralda fundidos alrededor de un peñasco, al atardecer. \n\nContaron unos chicos, que una mujer enferma de cáncer y su hija, un año realizaron esa travesía. Despacio, despacio, despacio. Era el sueño de esa mujer. Eso lo recordarán toda la vida. La emoción de aquella mujer y su hija. Eso dijeron. Ellos recordarán aquella travesía y a aquella mujer y a su hija, que su sueño, antes de irse, quería realizar y compartir. Y los que escucharon aquella historia humana, también. \n\nY el alma se encogía, pensando en la travesía realizada y disfrutada. \n\n
|