Serge Gainsbourg. Cantante, compositor, cineasta, poeta, escritor, pintor… y sobre todo provocador. De su riquísima trayectoria nos han quedado (entre otras cosas) muchas canciones, como la inolvidablemente erótica Je t’aime… Moi non plus, que cantó a dúo con Brigitte Bardot en 1967 (nunca difundido por la oposición del marido de la actriz) y más tarde con su mujer Jane Birkin en 1969. Durante su vida, no sólo se dedicó a las actividades artísticas, sino que hizo lo que pudo para crear escándalos: intervenciones más o menos alcoholizadas en televisión, intentó hacer una versión " macarra " de La Marsellesa (intocable en Francia)… Sus textos siempre estuvieron teñidos de un sarcasmo a veces excesivo para la sociedad de su época. Cuando compuso Les sucettes para la cantante France Gall, ésta tenía sólo 15 años, y el texto no dejaba espacio a la ambigüedad sobre su contenido sexual.\n\n
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El colmo de la provocación llegó cuando el 11 de marzo del 84 quemó en un programa de televisión en directo un billete de 500 francos para mostrar su desacuerdo con el fisco francés : quería mostrar al público lo que le quedaba del billete después de que el fisco se quedase con el 74%. El gesto armó un buen escándalo en el país: no olvidemos que además en Francia la destrucción de billetes de banco está prohibida por la ley. \n\n
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Genial y descabellado, adulado y odiado a muerte, hipersensible y brutal, feo y gran seductor, sus excesos le convirtieron en una ruina física que terminó sus días en marzo del 91 a los 61 años. \n\n
\n\nDe su paso por este mundo no sólo nos ha quedado su obra, sino su casa en el 5bis de la rue de Verneuil, en el barrio de Saint-Germain-des-Prés. En esta callecita de París en la que todo es perfecto, todo está en su sitio, en armonía con el urbanismo y los colores blanquecinos de la capital, nos sorprende la visión de una casa cuya fachada está totalmente "decorada" por los admiradores de Gainsbourg. Tras su muerte (hay un proyecto de sus herederos de convertirla en museo), se ha convertido en un lugar de peregrinación de todo tipo de nostálgicos del personaje. Aunque se puede odiar la estética del resultado, este homenaje espontáneo de su público depuestra que a veces la memoria toma la delantera al arte. Sin duda, un lugar insólito en el corazón del París más conservador.\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n
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