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  • “Ustedes los españoles vienen acá muy estresados, pero ya van a ver, aquí en Cuba, las cosas van más despacio. En veinte minutos, estaremos en su hotel. Veinte minutos cubanos…”\n\n \n\n\n\n

    Después de estas palabras de recibimiento a la llegada a La Habana, sólo te quedan dos opciones, o quitarse el reloj, relajarse y disfrutar; o volverse loco ante la “pachorra caribeña”. El ritmo en el Caribe es muy distinto, el sosiego se nota en el andar de la gente, en sus gestos, en el habla y sobre todo en el carácter. Las palabras se arrastran como piernas de las bailarinas de tango, dulces y melosas, aún cuando zahieren. El tono cálido, como el mismo aire de su eterno verano, envuelve los pensamientos relajando los tímpanos, hasta embriagar al receptor con la misma anestesia de serenidad de quien las profiere. \n\n \n\n\n\n

    Pero, de todas las capitales del Caribe y Lationamérica, La Habana es, posiblemente, la que más pueda desconcertar al viajero europeo, ya sea para bien o para mal. Títulos tan insólitos como el Ministerio del Azúcar; o slogans y cartelones de exaltación y apoyo a “La Revolució” del ensombrecido Fidel, pueblan las calles de casas de colores pastel y paredes desconchadas, entre las que pocas veces se esconde un comercio, y si lo hay, es del Gobierno o está destinado al turismo, con precios prohibitivos para los cubanos (al margen de que la ley les permita o no entrar). \n\n \n\n\n\n

    La base de esta separación, se rige por la que quizá sea la contradicción del país que más divide a la homogeneizada clase social cubana: la doble divisa. Por un lado, están aquellos cubanos que viven, trabajan para el Gobierno y cobran en pesos cubanos; y por otro, aquellos que tienen acceso a los turistas y pueden hacerse y cobrar en pesos convertibles (moneda creada por Fidel tras un cabreo con los EEUU para no tener que utilizar el dólar y que tiene paridad con esa moneda americana). Si tenemos en cuenta que un peso convertible equivale a 23 pesos cubanos, la diferencia de poder adquisitivo, por tanto, no requiere de mayor explicación. Sin embargo, para cualquier turista que visite la isla, los precios en pesos convertibles siguen pareciéndoles un negocio redondo.\n\n \n\n\n\n

    A medida que te adentras en la ciudad, que observas a sus gentes y te empapas del ambiente de la capital bananera, te das cuenta de que allí, las distancias son más cortas, la intimidad no sorprende, se palpa, la esencia y la raza humana vibran en cada poro, en cada gota de sangre como elixir de fervor y fogosidad. Allí todo es más intenso, desde el color del mar al sentimiento, se vive más y nunca se pierde el tiempo, sólo se emplea de “otra” forma.\n\n \n\n\n\n

    Por la carretera que discurre pegada al mar, en un taxi ilegal que anda gracias a una pinza que el conductor ha hecho en un momentito, nos adentramos en la ciudad vieja de La Habana. Los taxis y autobuses turísticos aparcan justo en frente del edificio del Capitolio, cuya cúpula es calcada a la de la Basílica de San Pedro, en Roma, desde luego, el resto de las diferencias entre estos dos edificios y lo que representan daría para más de un libro… Y estamos bajando del taxi cuando, en frente de nuestras narices, se arma un follón tremendo entre un montón de mujeres, empujándose y abalanzándose unas sobre otras por algo, que estaba en el suelo, y que más tarde descubrimos que eran bolsas con ropa, que unas turistas españolas habían dejado. \n\n \n\n\n\n

    En este sentido, es bastante común que los extranjeros, sobre todo los que ya han estado en el país, lleven maletas llenas de ropa, productos de aseo, de papelería y medicinas, y vuelvan con ellas vacías. Y es que, las cartillas de racionamiento son pobres en estos productos de los que nosotros, por demasiado básicos, nos olvidamos, que no es raro que los cubanos aborden a los turistas para conseguir los botecitos de gel o champú de los hoteles, pinturas para los niños, etc. Eso sí, hay que tener un poco de cerebro, además de corazón, y no ponerte a repartir 20 kg de ropa en la puerta del Parlamento, como aquí hicieron nuestras paisanas samaritanas, porque la que se puede liar, fijo, no será pequeña.\n\n \n\n\n\n

    El centro más puro del espíritu Cubano, está la zona de los Museos, entre los que se encuentra el del Ron! (pero claro, si tienen Ministerio del Azúcar, no es tan de extrañar) donde de todas las embajadas, sólo se ha permitido continuar a la española (el resto están en Miramar, la zona nueva), que sigue emplazada en un edificio casi a orillas del malecón, y al que los cubanos llaman “el cake” por su parecido a una tarta pomposa de cumpleaños. La razón de esta liberalidad política no es tema en el que deba entrar, cuando hay tantas otras cosas tan interesantes o más en cada rincón de la ciudad. \n\n \n\n\n\n

    Así, callejeando por La Habana vieja, podemos encontrar los mejores restaurantes, los conocidos “paladares” montados a partir de cuatro mesas, en el salón de cualquier casa cubana y que ofrecen un menú de comida cubana sin demasiadas florituras, pero abundante y escandalosamente barata. Siguiendo con el tema gastronómico, ya en El Vedado (barrio que, personalmente, me produjo la misma sensación que andar por la calle Bravo Murillo, en Madrid, un domingo por la tarde) encontramos la famosa heladería Coppelia, con sus dos colas, una para turistas y otra para cubanos (con precios irrisorios y que fácilmente da la vuelta a la manzana). Y para terminar el día, un poquito de ambiente de Malecón y un buen mojito en alguna Casa de la música, donde además de viejos verdes, tipo Hemingway, coloradotes y agarrando a alguna jinetera por la zona baja de la cintura, puedes oír música cubana en directo.\n\n \n\n\n\n

    Pero hay más, me atrevo a poner la mano en el fuego por que La Habana es la única capital centromericana por la que puedes andar de noche, atravesando un descampado, y con la etiqueta de turista en la frente, sin percance alguno. De hecho, tuve la oportunidad de comprobarlo de primera mano.\n\n \n\n\n\n

    La Habana, me dio muchas cosas, pero también me robó algunas. La ignorancia e inocencia de pensar que los extremos políticos pueden funcionar si se pone corazón y buena fe, está claro, que si la ilusión no es democrática, las prácticas impositivas lo echan todo a perder); en Cuba se quedó también mi curiosidad, y me traje sus impresiones, una gran foto viviente de sus vida a relajada, de la posibilidad de vivir con tiempo suficiente para observar a lo que te rodea, saborear el presente, y no estar constantemente entre un pasado nostálgico y un futuro incierto. La cara y la cruz de algo que parece despertar de un letargo, y que no sabe si mirar con esperanza o temor lo que puede venir ahora.\n\n \n\n\n\n

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  • 2011-01-21 07:35:51
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  • Cosas que dejé en La Habana
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