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    No es que Estocolmo esté de moda, es que, en sí misma, la ciudad ya es moda. Cazatalentos, diseñadores, artistas y modernos bohemios en general, en busca del elixir de la originalidad, peregrinan hasta la capital sueca para ver que se cocerá en el resto de Europa unos meses después.
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    \nPero Estocolmo no se vacía con lo chic y lo retro-cool, las posibilidades y escenarios en esta ciudad son interminables. Estocolmo es además la ciudad de los Nobel, de Pipi Calzaslargas y Lisbeth Salender y una de las pocas capitales europeas que puede presumir de tener 18 horas de luz al día (aunque luego, en invierno, disfrute apenas seis). La capital sueca, flota sobre el Báltico sobre 14 islas, comunicadas por más de 50 puentes (siempre estos suecos tan funcionales…). Pero quizá la más turística sea Stadsholmen, la cual alberga el casco antiguo de Estocolmo, más conocido como el medieval Gamla Stan o “ciudad vieja”. \n\n\n\n

    En ella, accedemos a través del puente Riddarholmen, por la calle Slottsbacken a las puertas del Palacio Real. La Residencia Real es el palacio más grande en el mundo que aún se encuentra bajo uso de un estado y del rey. Y todo hay que decirlo, la decoración moderna-funcional que se han montado en unas cuantas estancias, sería mejor excluirla del recorrido turístico por el edificio. Con la entrada al Palacio, puede accederse además a otras partes del complejo real como la Armería Real, el museo de las Tres Coronas o el Tesoro real. A pocos metros del Palacio, y tras poder ver el cambio de guardia, sobre las doce de la mañana, dirigiremos nuestros pasos hacia Storkyrkan, actual Catedral de la ciudad (luterana, por supuesto). \n\n\n\n

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    En medio de Gamla Stan, y tras encontrarnos con una tienda de souvenirs cada metro y medio, encontramos Stortorget, la “plaza mayor” antigua de Estocolmo, rodeada del edificio que ahora alberga la Academia Sueca y el museo Nobel. Desde allí, sale Köpmangatan, la calle más antigua de la ciudad (siglo XIV). Pero si nos fijamos un poco, y nos atrevemos a perdernos por el Gamla, es posible que demos con una callejuela de menos de un metro de ancho, Mårten Trotzigs gränd. El semicircular Riksdagshuset (Parlamento sueco), único edificio de la pequella isla de Helgeandsholmen, el Banco Estatal (Rikksbank) o el edificio de la Opera, son otros de los ítems de la arquitectura sueca en torno a Gamla que no dejan indiferente. \n\n\nA pocos pasos del Gamla, en la vecina isla de Kungsholmen, se alza el Stadshuset (el Ayuntamiento, en cristiano) donde se encuentra la Sala Azul, donde hace algo más de dos meses, Vargas Llosa, con su siempre impecable discurso, agradecía el Nobel de Literatura. Y justo en frente de la casa del pueblo, encontramos una de los mejores lugares para ver el atardecer, tan eterno en verano y tan insípido durante el invierno en la ciudad: unas escaleritas a la orilla de la bahía Riddarfjärden. Este lugar delante de la iglesia de Riddarholmen, invita a la soledad, al pensamiento, a la nostalgia y, por sí sólo, hace que te enamores un poco más de Estocolmo y Suecia entera. \n\n\n\n\n

    \n\nOtra de las grandes maravillas y variedades de Estocolmo son sus museos. Como no puede ser de otra forma, y de todos ellos, aunque la gente suele recomendar el Vasamuseet (un buque de guerra de 1628), desde mi punto de vista (si no se tiene mucho tiempo) es mejor dejarse de barquitos y disfrutar del impresionante Skansen, en isla de Djurgården, el mayor museo al aire libre del continente, que muestra como era la vida sueca antes de la Revolución Industrial y donde se pueden ver hasta focas! \n\n\n\n\n

    \nY si entra hambre, en el 51 Österlånggatan encontramos el restaurante Den Gyldene Freden, propiedad de la Academia Sueca, y en donde se dice que, entre plato y plato, se han decidido muchos de los premios Nobel de Literatura. Aunque una alternativa mucho más asequible y agradecida para los sentidos es el Östermalms Saluhall, un precioso mercado, donde desde 1888 se pueden comprar y degustar los must de la dieta sueca, y por supuesto encontrar el mejor salmón y albóndigas köttbullar. \n\n\n\n\n

    \nPor último, entre tanto agua, cuando el hielo abandona los canales, un paseíto en los múltiples cruceros urbanos que salen del Gran Hotel o del Ayuntamiento, completará nuestra postal personal de la ciudad. E incluso, si nos ha gustado la idea, ahora por unos 20 euritos, nos podemos quedar a dormir en un velero del 1888, en la isla de Skeppsholmen. \n\n\n\n\n

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    Desde luego, esto no es todo lo que esconde esta ciudad nórdica, pero aquí voy a parar, porque y sería una pena revelar más, pues para conocerla, al igual que a sus habitantes, Estocolmo, hay que vivirla. \n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n

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