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    Cruzamos la frontera china en Shenzhen, conocida por ser la capital del crimen china, lo cual no nos asustó en absoluto, principalmente porque el dato lo conocimos mucho más tarde. Pero fue pisar China y darnos cuenta de que todo cambiaba. No había ni un solo letrero en inglés, los cubiertos no existían y la comunicación, incluso para lo más básico se hacía terriblemente difícil. Además, dejábamos atrás las sonrisas tailandesas y su lugar era ocupado por la costumbre china de escupir constantemente, lo que era frecuentemente precedido de un profundo sonido gutural que extraía de lo más profundo de las anatomías la materia que era arrojada a nuestros pies. También descubrimos en esas primeras horas la ancestral tradición de sorber la sopa y los fideos y ofrecer gentilmente la imagen de lo que en cada momento se mastica. Todo ello, propio de unos exquisitos modales dignos de la mesa de un Emperador.

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    \n Debíamos tomar en Shenzhen un autobús nocturno de diez horas hacia la provincia de Guilin. Me pasé las horas de espera cruzando los dedos para que no fuera en uno de aquellos de minúsculos asientos, sin espacio para las piernas. Sin embargo, cuando llegó el nuestro comprobé alborozado que se trataba de un 'autobús-cama' con una especie de literas en las que me sentí muy calido y confortable viendo pasar por mi ventanilla la China bajo la luna. Solo me perturbaban unos lamentos procedentes de las literas del pasillo. "¡Cagonlaputa, Luís!", retumbaba en todo el vehiculo. "¡La ultima vez que monto en un autobús de mierda de estos!".

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    \n Con el alba nos dejó el autobús en Yangshuo, precioso pueblecito rodeado de montañas con construcciones de madera de la que cuelgan farolillos rojos. Lo primero fue comprar ropa de abrigo. Cazadoras de gore-tex a muy buen precio, bufanda, guantes, gorro... Si, las cosas habían cambiado y yo me acordaba de Ko Chang, donde en ese momento estarían celebrando en la playa la fiesta de la luna menguante o vaya usted a saber que cosa.

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    \n El caso es que el pueblo es muy bonito pero la calefacción no la conocen y tuvimos que cenar con un brasero. Nos pusieron a los Beatles y utilizamos la guía de conversación con los camareros para reírnos mutuamente de nuestras pronunciaciones. Esa noche dormimos con bufanda.

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    \n Yendo hacia el desayuno un nativo se nos ofreció como guía y le aceptamos, que inglés no hablaba nada pero parecía majo. Se llamaba Yol Di pero fue inmediatamente rebautizado como Jordi y nos llevó en bicicleta -cada uno con una, se entiende, que no era cosa de abusar- a descubrir un paisaje fascinante de colinas puntiagudas, arroyos, campesinos, búfalos de agua y campos de arroz.

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    \n También nos llevó Jordi a unas cuevas donde los lugareños se daban baños de barro pero pensamos que si salíamos empapados en barro liquido a quince bajo cero corríamos serio riesgo de quedarnos tiesos y alguno pensaría que dos guerreros de Xi'an se habían fugado.

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    \n Jordi nos invitó a conocer el restaurante de su hermano Pol, donde la calefacción era también suplida por unos grandes braseros repletos de ceniza y de, como su nombre indica, brasas. Y en cada uno de ellos había una lata de coca-cola. Degustaba yo las delicias culinarias que la mujer de Pol tuvo a bien prepararnos mientras Isra se entretenía con las tenazas. Y yo no sé si la lata de coca-cola estaba llena de agua para que se evaporase o por qué motivo, pero lo que está claro es que Isra nunca debió haberla volcado sobre las brasas. De repente y con estrépito, una nube de vapor se elevó hasta el techo desde el brasero mientras miles de partículas de ceniza flotaban por el aire inundando el local y posándose sobre nuestros platos de noodles con cerdo y sobre los del resto de comensales. Pol y su familia corrieron tratando inútilmente de paliar el daño, mientras todos los presentes éramos victimas de un ataque de tos, a excepción de Isra que, con la cara y el pelo blanco, aún sostenía inexpresivamente en sus manos las tenazas.

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    \n La verdad es que esta gente es estupenda. Si en Madrid entran dos chinos en un bar de barrio y preparan la que preparamos nosotros, es mejor que no se queden a ver la reacción del tabernero. Aquí todo fueron sonrisas y, de hecho, nos quedamos con Pol y su familia hasta bien entrada la noche en lo que se convirtió en una especie de degustación de cerveza local. Y acaso fuera a ésta debido que me enterneció el interés de Pol por la lengua de Cervantes -"muchos españoles, mucho dinero", decía- y acabé entregándole mi guía de conversación, lo cual fue un grave error porque en lo sucesivo iba a necesitarla y porque es absurdo pasearla por medio mundo para deshacerse de ella nada más entrar en China.

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    \n Creo que recordaremos siempre lo agradable que fueron los días en Yangshuo, paseando en bicicleta por unos parajes de ensueño y por unas calles empedradas repletas de gente afable que no acostumbra a recibir visitas tan entrado el invierno. Desde el aeropuerto de Guilin nos despedimos emocionados de aquella tierra rumbo, una vez más, a nuestro próximo destino.

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