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  • ¡Que frío hacia en Xi'an!\n\n

    \nPagamos en el aeropuerto 100 yuanes a un taxista para que nos llevase a la ciudad, lo que nos pareció en un primer momento caro, pero no tanto cuando vimos que distaba cuarenta kilómetros y había que atravesar una estepa congelada, que más parecía que estuviésemos en Siberia.\n\n

    \nEl taxista, el hombre, dominaba el inglés tanto como yo domino el kurdo y en varias ocasiones hubo de parar su vehículo y mostrarle yo en un mapa, a la luz de los faros delanteros, cual era el hostal al que pretendíamos llegar aquella noche.\n\n

    \nDefinitivamente, la gente del hostal no era tan afable como la de Yangshuo. Quizás influyese que Isra no había dormido bien y pospusiese una visita que ya teníamos contratada, exigiese un cambio de habitación porque las camas eran duras, se quejase de que la conexión gratuita a Internet fuese lenta o pidiese más almohadas. Como el chorro de la ducha era minúsculo, también manifestó su desagrado porque no teníamos agua en la habitación, lo que provocó -ya hemos dicho que casi nadie habla inglés- que una chica subiese a mano hasta nuestra habitación de la cuarta planta una garrafa de veinte litros de agua. Creo que después de nuestra partida han cambiado el nombre al hostal por el de 'Santo Job'.\n\n

    \nMe gusta Xi'an. Está rodeada por una antigua muralla de dieciséis kilómetros que alberga grandes avenidas con impresionantes edificios, como 'la Torre de la Campana' y, quizás porque era uno de los extremos de la ruta de la seda, conserva un barrio musulmán con las mismas carnicerías de cuerpos bovinos colgantes que puedes ver en Marruecos o Turquía. Pero aquí todos son chinos. La mezquita es de las más bonitas que he visto, pues está formada por edificios pagodiformes con un coqueto jardín que se encontraba cubierto por la nieve mientras el imán llamaba a la oración. Una mezcla oriental y musulmán que bien merece la visita.\n\n

    \nPero sin duda, la visita estrella en Xi'an son los guerreros de terracota, impresionante ejercito de más de seis mil figuras de tamaño natural, todas distintas, con más de dos mil años de antigüedad. Contemplarlas en el silencio de una cámara más grande que un estadio de fútbol es algo que realmente sobrecoge. Ciertamente, es el sitio idóneo para quedarse de piedra.\n\n

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    La estación de trenes de Xi'an se encuentra escoltada por las impresionantes murallas y es un lugar al que conviene ir con tiempo, circunstancia esta última que ignorábamos. Para entrar, ticket en mano, es necesario esperar una cola de veinte minutos y hay un caos impresionante de campesinos portando fardos, militares y letreros exclusivamente en mandarín. Mal que bien, accedimos a nuestro vagón cuando el silbato de los operarios anunciaba la inminente salida del tren y nos las vimos y deseamos para ubicar nuestras mochilas en los atestados estantes para equipajes. Sin embargo, una anciana me indicó por señas que no me preocupase y que recolocase todos los equipajes para hacernos un sitio, con lo que, agradeciendo sinceramente su presencia, me puse a jugar al Tetris saltando entre literas. Horas más tarde, las vegetaciones de aquella mujer me hicieron cambiar drásticamente la opinión que de ella tenía. ¡Que manera de roncar! Ni poniéndome tapones en los oídos dejé de temer que cualquiera de aquellas sacudidas pudiera ser motivo suficiente de descarrilamiento.\n\n

    \nLos trenes chinos son buenos para familiarizarse con el inglés. No porque se practique -ni mucho menos-, sino porque si escuchas a alguien hablando inglés va a parecerte como de la familia. Nadie habla inglés en los trenes chinos.\n\n\n\n

    \nComo a Isra le dio por leer, ese feo vicio, y yo ya iba teniendo hambre, me acerqué hasta el vagón restaurante buscando algo que llevarme a los molares. Y puedo decir que, si en algún momento de mi vida he sido centro de atención, fue sin duda en ese. Como éramos los únicos occidentales en el tren, mi presencia allí era algo sorprendente y divertido. Todo el mundo me miraba, e incluso los del fondo del vagón se ponían de pie para no perder ripio. Iluso de mí, pregunté algo en inglés y la respuesta en chino del cocinero fue celebrada por todo el vagón con grandes risas y alborozo, que algunos hasta pataleaban señalándome con el dedo. Como pude, indiqué que quería algo de comida y como quiso me indicó el cocinero que costaba veinte yuanes. Pero lo que saqué del bolsillo, para colmo de mi desgracia, fue un billete de veinte dólares hongkoneses que casi entrego al cocinero entre la mofa y befa del exaltado auditorio. Pensé que la llegada de mi arroz con tofu retornaría a la concurrencia a sus asuntos, pero parece ser que mi manejo de los palillos era el número fuerte de aquel circo. En fin, qué le vamos a hacer, me dije, y brindé con una cerveza a la salud de todos aquellos cachondos, lo cual fue respondido con guiños de ojo y palmaditas en la espalda. Toda una experiencia, los trenes chinos.\n\n\n\n\n\n

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  • Reporte.08: Dos guerreros en Xian
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