PropertyValue
opmo:account
is sioc:container_of of
sioc:content
  • \n\n

    Con una reverencia, un uniformado portero abrió la puerta de nuestro taxi y seguimos al botones que empujaba un dorado carrito con nuestros mugrientos equipajes a través de una enorme puerta giratoria. Bajo una gran lámpara de cristal, la recepcionista nos dijo que no, que la reserva de habitación doble por ocho euros la noche no era en aquel hotel de cinco estrellas y que algún cuchitril habría en Beijing que tuviera el mismo nombre. Terriblemente decepcionados, salimos a la calle a preguntar si alguien conocía las señas, si bien con el mismo resultado que si hubiésemos preguntado por Quique Camoiras. Aquí las únicas palabras que conocen en inglés son hello y David Beckham.\n\n

    \n Nos encontrábamos una vez más perdidos y sin hotel, por lo que fuimos caminando en dirección a Tiananmen, gigantesca plaza del pueblo éste, con más restricciones al paso de bicicletas que al de tanques, y de cuyo extremo cuelga un enorme cuadro de Mao, que aún a sabiendas de que es chiste viejo, no me resisto a decir que qué buena cerveza hacía ese hombre. El hotel que al fin encontramos por una vez era bien cuco y tenía inusitados lujos, como agua caliente o calefacción.\n\n

    \n La ciudad antes conocida como Pekín es enorme y aquí la gente ya no te mira tan asustada, ni los niños se ríen, ni te señalan tanto con el dedo, que una cosa es tener monos en la cara y otra que a veces parece que llevamos una caravana de macacos y babuinos. Que no sé cómo podemos ser tan raros en un país que este año celebra unas olimpiadas. Y esa es otra, o espabilan aquí con los idiomas o los del maratón se pierden seguro.\n\n

    \n Para los coleccionistas de souvenirs no hay como contratar excursiones en hoteles y agencias de viajes. Sin embargo, tratar de llegar por tu cuenta a cualquier parte en China se convierte en un auténtico reto. Así, estar en la Gran Muralla antes de que lo haga todo el turisteo es una especie de gymkhana de gestos, dibujos y esquemas por ver si alguien te entiende. Pero allí estuvimos, tempraneros, disfrutando al amanecer de una de las maravillas del mundo completamente solos, salvo la presencia de algún vendedor de recuerdos que yo creo que duerme allí y forma ya parte del paisaje, y contemplando la muralla serpentear por los montes hasta perderse a la vista, con mucho frío -eso sí-, que corre por allí arriba un cierzo que congela el alma. Nos fuimos de allí cuando los primeros autobuses de turistas hacían acto de presencia. \n\n

    \n\n

    \n\n \n\n \n\n

    \n Quizás sea porque cogí frío en la muralla, pero visitando la Ciudad Prohibida me empecé a sentir indispuesto y, como el ultimo emperador, tuve que salir de allí entre sudores fríos.\n\n

    \n Los tres siguientes días los pasé bajo un colchón presa de las fiebres. Y estaba yo delirando en unos de aquellos ratos cuando vino a interrumpirme una figura que ante mis ojos tomó forma, como entre brumas. Tenía ropas chinas, rasgos chinos y acento chino, por lo me dije 'este va ser chino'. Se identificó como el Sr. Confucio y venía a regañarme por mi mala vida y por no sentar la cabeza, o eso pensé yo, porque el tío hablaba muy raro. "Llegado ha el momento de purificar el corazón y cambiar de fisonomía, que quien siembra melones recoge melones y quien siembra habas recoge habas", me dijo. Yo, ni que decir tiene, me quedé de pasta boniato. No entendía quien era ese señor, ni qué hacia en mi habitación, ni qué intenciones tenía para conmigo, ni porqué quería que plantase yo habas. Sin embargo, me repuse de la impresión -el chino estaba flotando a dos palmos de la moqueta- y, tirando de refranero español, le espeté orgulloso: "mire vuesa merced, que el lobo muda el pelo, mas no el celo, y con buen vino hago yo el camino que el tiempo presente al mentarlo ya es ausente", con todo lo cual se quedó muy impresionado. Bueno, también le dije que "a la mujer barbuda de lejos se le saluda", que no tiene nada que ver con lo que allí tratábamos, pero esto lo dije más que nada para confundir.\n\n

    \n Repentinamente, el muy venerable anciano, mudó el gesto de venerable por otro como de cabreo y, entendiendo que lo había desafiado, respiro hondo y comenzó a flotar en horizontal sobre mi cama, que pensé yo que como se me cayese encima iba a despertar a Isra y a ver quien era el guapo que explicaba aquello. Pero el volátil octogenario no se daba por vencido y se mostraba confiado en salir victorioso de tan lenguaraz batalla: "Aunque se haya perdido la oveja nunca es tarde para reparar el aprisco, que el dragón inmóvil de las aguas profundas se convierte en victima de los cangrejos y el que ha desplazado una montaña empezó moviendo las pequeñas piedras". En aquel momento me sentí desarmado ante tanta sabiduría y tan rendido que con toda seguridad habría salido derrotado de tan proverbial duelo, si no es porque a mi lado compareció, también entre brumas, Don Miguel de Cervantes en mi ayuda para soplarme al oído el refrán castellano que había de derrotar al sabio dejándole sin replica ni argumentos: "hombre refranero, maricón o castañero".\n\n

    \n El Sr. Confucio se fue derrotado sin decir nada más, y con él se marcharon también mis fiebres. Yo no había podido disfrutar demasiado de Beijing, pero me encontraba ya totalmente recuperado y dispuesto de nuevo a afrontar lo que el viaje deparase. \n\n

sioc:created_at
  • 2008-08-04 16:39:20
is sioc:creator_of of
is opmo:effect of
sioc:has_container
sioc:has_creator
sioc:has_reply
opmo:pname
  • http://lacomunidad.elpais.com/yoluiso/2008/8/4/reporte-10-beijing-y-confucio- (xsd:anyURI)
sioc:title
  • Reporte.10: Beijing... y Confucio.
rdf:type

Metadata

Anon_0  
expand all