PropertyValue
opmo:account
is sioc:container_of of
sioc:content
  • \nAterrizamos en Sydney con cara de sospechosos. A Isra, después de ponerle mil pegas con el pasaporte, le registraron todo el equipaje, mochila grande, auxiliar y bolsa de mano. Y cada vez que el huraño policía señalaba algo para que lo abriera, respondía Isra en castellano con un "joder, ¿esto también?". La situación dejo de divertirme cuando, tras sembrar la zona con las piezas del ajedrez y los calzoncillos de Isra, me miró y dijo "ahora vamos contigo".\n\n

    \nContra todo pronostico, resultó que al final no traficábamos con drogas ni sustancias explosivas, pero entre ponte bien y estate quieta no llegamos al barrio de Kings Cross hasta la hora de las brujas, aunque no sea esta la mejor expresión para definir la muchachada que aquellos andurriales frecuentaba. Decenas de adolescentes lucían palmito en minúsculas faldas zanqueando sobre tacones de vértigo. Y de entre todas ellas, había sido la señorita Marie Brizard la que había causado estragos entre la población activa. ¡Que borrachera colectiva! Los músicos callejeros competían con los gritos, risas y cantos regionales de medio globo mientras, cargados con nuestras mochilas, tratábamos de encontrar alojamiento sorteando vomitonas y figurantes del video de Thriller.\n\n

    \nA la segunda fue esta vez la vencida y, pagando por adelantado, nos dieron hospedaje en un dorm, que no sabíamos lo que era hasta que al abrir la puerta de la habitación nos encontramos con una especie de trinchera prusa con ocho literas y un aroma que hubiera espantado a Isabel de Castilla. Apartando calcetines, botes de desodorante y camisetas de Armani impregnadas de cerveza descubrimos una desgastada moqueta sobre la que depositar los equipajes y nos decidimos a pasar el menor tiempo posible en aquella cochiquera. Dos pintas más tarde, sin embargo, el portero de un garito nos anunció amablemente que era la hora del cierre mientras blandía una escoba ante la concurrencia y un enorme oso de peluche ahorcado en el ascensor nos acompañó de regreso hasta la tercera planta, donde apenas dormimos unas horas a causa del ebrio proceder de los hijos de la Gran Bretaña.\n\n

    \nPoco importa que el euro cotice al doble que el dólar australiano si los precios son cinco veces más altos. Con lo que cuesta aquí una habitación doble, en China compras el hotel. Por eso, los mochileros se ven obligados en Australia a compartir habitaciones de hasta dieciséis camas. Decididamente, vamos a conocer gente en Australia.\n\n

    \nDespués de la anárquica China, sorprende la cantidad de normas que esta gente tiene para todo. No se puede fumar en ningún sitio, y en la calle solo a tres metros de algunos locales. Si se quiere comprar cerveza tiene uno que acudir a una licorería y yo les cuento que en donde vengo se expone al lado de la leche y a veces ni siquiera hay leche. Y lo que más me sorprende: ¡el aeropuerto internacional cierra a las once de la noche para no molestar a los vecinos! Bueno, también en España tenemos cada vez más normas, pero es que estos tíos las cumplen.\n\n

    \nIsra no pudo dormir por la procesión de borrachos que tuvo lugar en el dormitorio, y yo porque constantemente me llegaban del otro lado de la habitación maldiciones en castellano.\n\n

    \nPero la luz se hizo y yo me fui a pisar la ciudad e Isra se quedó intentando dormir, si bien cuando había conciliado el sueño subió el personal del hostal para explicarle que el alojamiento se dejaba a las diez y que debía pagar una noche extra. Isra, agradecido por aquel desvelo que había motivado el suyo, les obsequió al parecer con un curso avanzado del improperio español en ejemplos prácticos.\n\n

    \n\n

    \n\n

    \nMi paseo se convirtió en una caminata de seis horas por la fascinante Sydney. Hay ciudades que le encandilan a uno simplemente por el ambiente que se respira y sin duda esta es una de ellas. Además es una delicia contemplar los parques, los impresionantes edificios y, por supuesto, el asombroso edificio de la Ópera. En Chinatown, una asociación chino-masona celebraba aún el año nuevo con música y dragones, lo que me resultaba un tanto familiar. La novedad era verlo sin el forro polar.\n\n

    \nEl mini-bus que había de trasladarnos al aeropuerto era conducido por un callado hombre de ojos oscuros, pelo negro y piel morena. Algo nos decía que de Australia no era. Por romper el iceberg, le preguntamos que de donde venía y nos dijo que de Irak y volvió a su mutismo. Como el silencio empezaba a ser incomodo, le pregunté por la situación de su país y comenzó entonces a hablar atropelladamente gesticulando tanto con las manos que pensé que la furgoneta acabaría en un '7-Eleven' entre una retahíla de 'fuckin' americanos' y 'fuckin' petróleo'. Realmente había en las lastimeras palabras de aquel hombre un tono de desesperación y de profunda tristeza, así que, cuando nos preguntó nuestro nombre, Israel y yo nos miramos y dijimos que Luís y Pedro. Tampoco era cuestión de mentar la soga en casa del ahorcado.\n\n

    \nDespegamos y dejamos atrás Sydney sabiendo que, tras un periplo por la costa, volveríamos para intentar exprimir en lo posible aquella ciudad con una Ópera formada por gajos de naranja. \n\n

    \n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n

sioc:created_at
  • 2008-08-06 08:41:09
is sioc:creator_of of
is opmo:effect of
sioc:has_container
sioc:has_creator
opmo:pname
  • http://lacomunidad.elpais.com/yoluiso/2008/8/6/reporte-13-llegada-sydney (xsd:anyURI)
sioc:title
  • Reporte.13: Llegada a Sydney
rdf:type

Metadata

Anon_0  
expand all