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    'Byron Bay, paraíso de surferos', nos dijeron. Y nosotros, que ni nos acercamos a la tabla de planchar, dijimos vamos allá y allá que nos fuimos. Llegamos de nuevo de noche y sin alojamiento, que parece que de otra forma no sepamos, y sólo conseguimos sitio en un dormitorio de diez camas que resultó estar lleno de ropa pero absolutamente vacio. Malo, pensé. Efectivamente, al dar las cuatro de la mañana, y en lo que empieza a ser una costumbre, comenzó un incesante goteo de gente borracha, que es algo que a mí no me molesta demasiado dado que podría incluso dormir en el Congreso, pero Isra, que es del Atleti, se paso otra noche en blanco y tiene ya unas ojeras que como le vea un chino igual le planta un arrozal.\n\n

    \n Dejamos el hostal al día siguiente y nos fuimos en busca de otro, craso error. Me recorrí la ciudad entera, pero solo vi camas libres en una tienda de muebles. Desesperados, volvimos al hostal rogando nos devolviesen la habitación, y lo pasamos muy bien y se rieron mucho, pero plazas no quedaban. Finalmente encontramos un discreto motel de carretera al precio de un cinco estrellas que contaba, eso sí, con una televisión por cable donde Isra tuvo ocasión de sufrir una nueva derrota de su equipo.\n\n

    \n Byron Bay es un bonito lugar con una playa estupenda que no pudimos disfrutar porque nuestra estancia en el lugar estuvo pasada por agua, que vaya manera de jarrear. Como eco de nuestros lamentos, la gente repetía que aquello era muy extraño en la estación seca y que no llovía tanto desde hacía siete años. Nosotros no dijimos nada, porque después de dejar en China el peor temporal en los últimos cincuenta, igual se pensaban que teníamos algo que ver y nos corrían a gorrazos. Solo espero no encontrar un huracán en el próximo destino.\n\n

    \n Pero si el día fue mojado, la noche no le fue a la zaga, que hay que ver como empinan el codo por aquellos andurriales. En el patio de nuestro antiguo hostal la gente ingería latas de cerveza como si lo fuesen a prohibir. Sin embargo, nos sentamos junto un chaval que bebía de una botella en una bolsa de papel. Yo dije que llovía mucho y el que si, que mucho. Que cómo se llamaba, que Jean-Paul, que qué hacia en Australia, que viajando, que qué bebía, que vino, que si estaba bueno, que en su país era mejor, que de donde era, que de Chile, que bonito país debía ser ese, que lo era, que no sabía que coño hacíamos hablando en ingles, que también él lo ignoraba, que seríamos idiotas, que lo seríamos.\n\n

    \n Es curioso ver como en los pubs de Byron Bay, cientos de jóvenes de entre diecisiete y veinticinco añitos bailan con fenomenales melopeas sobre enormes mesas fijadas al suelo, todos guapos, todos surferos. Todos luciendo sombreros de moda, collares y gafas de sol de las de interior de discoteca. Pero entre tantos watios, el acento australiano, ya de por sí difícil, se torna imposible de entender y con el balbuceo que les produce el alcohol acaba uno por entender lo mismo que si le hablasen en húngaro clásico. He descubierto que cuando en una conversación a todo respondes con 'yeah' al final te toman por imbécil.\n\n

    \n Así pues, como la comunicación estaba siendo un problema, no me quedó más remedio que agenciarme un sitio sobre las mesas para mostrar mis habilidades danzarinas. Pero, aunque el público recibía cada pieza con vítores, todas las canciones me eran extrañas, así que, esperando a que sonase el infalible ‘Tractor Amarillo’, eché un vistazo a la concurrencia y caí en la cuenta de que estaba rodeado de una juventud insultante que bailaba sensualmente ataviada con los más ricos ropajes y me vi fuera de lugar como un abuelo barbudo y harapiento. Con las orejas rojas, bajé de la mesa y me dirigí a la barra. Me estoy haciendo viejo para esto.\n\n

    \n Está lloviendo. Escribo estas líneas en la habitación de un hostal pensando en las sensaciones que me deja la costa australiana, paraíso de veinteañeros donde surfear, estar de fiesta y conocer gente de todo el mundo, al que he llegado tarde. No me siento mayor, pero me ha pasado el tiempo de bailar sobre las mesas. Me esfuerzo en pensar que solamente he atravesado una etapa y, aunque siento que estoy satisfecho de mi edad y de mi vida, una voz dentro de mí me pregunta qué estaba haciendo yo cuando tenía aquella edad y en un principio no puedo acordarme. Sin embargo, poco a poco se abre paso en mi memoria el recuerdo de pasadas correrías junto a mis hermanos los Jonases, cuadrilla de amigos del vino y las ajenas mancebas, marrulleros y farrucos, malos parladores y peores rezadores, aficionados a golfas y comilonas, montadores de grescas y asiduos de juergas y borracheras, ladrones de la virginidad y poetas de la grosería, trovadores de la falacia y tejedores de la mentira. Parece que escampa.\n\n

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  • 2008-09-11 08:21:24
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