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  • Partimos de Byron Bay con más recuerdos de bares que de playas, que es ligero equipaje para tan largo viaje, y nos dirigimos esta vez a la ciudad de cemento de Brisbane, en cuyas inmediaciones nos dió por visitar una curiosa granja donde observamos atentamente una demostración de como un perro australiano era capaz de conducir un rebaño hacia un establo, lo que fue muy vistoso, si bien pensé que los pastores castellanos hacen lo mismo con dos silbidos. Sin embargo, era divertido ver como de un salto se montaba el perro sobre las ovejas, cosa que por otra parte en mi pueblo también hace algún pastor.\n\n

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    Una cosa me llama la atención en lo que llevamos visto de país, y es que la población aborigen no desempeña prácticamente ningún trabajo y muchos viven en la indigencia. En un autobús vimos un cartel que decía: 'Esta empresa no es discriminatoria, también contratamos mujeres y aborígenes'. No sé que pensará el sagaz lector, pero algo me dice que el propio cartel ya tiene algo de discriminatorio.\n\n

    \n Vimos también una reserva de canguros, que no había más porque no cabían, y de koalas, animal este que tiene una hora de actividad al día dedicando el resto a descansar, todo ello sin haber opositado.\n\n

    \n Volvimos a Sydney, mas no al mismo hostal, pues esta vez escogimos uno de tanta categoría que solo teníamos que compartir habitación con otros dos. Uno de ellos, rondando los sesenta, tenía aspecto de malhechor, y algo habría de eso porque nos mostró hasta tres carnés con su foto y distintas identidades. Cuando le preguntamos para que lo quería se encogió de hombros y, como si fuera la pregunta más obvia del mundo, respondió 'para no ir a la cárcel'.\n\n

    \n El otro inquilino era un chaval austríaco llamado Pierre, que tras unas cervezas nos explicó su historia. Sin tener casi estudios, a los catorce años hizo su primera inversión en la bolsa de Nueva York, a los dieciséis creó su propia compañía y en la actualidad es absolutamente millonario, un personaje público en Alemania y uno de sus libros financieros está en la lista de los más vendidos en la historia en aquel país. Tiene veintidós años.\n\n

    \n En una charla de una hora, algo por lo que suele cobrar tres mil euros por asistente, Pierre nos explicó que la bolsa la manejan cuatro y que la inmensa mayoría de los índices económicos y noticias financieras, e incluso políticas, estaban destinadas a dirigir el dinero del resto de inversores hacia sus bolsillos. Cuando la bolsa sube gana dinero y cuando baja gana mucho dinero. Todo esto parece muy complicado pero simplemente consiste en... bueno, tampoco quiero aburrir con detalles.\n\n

    \n Con lo que he dicho hasta ahora he definido simplemente a un millonario. Pero Pierre es mucho más. Es buena persona, divertido y sencillo, que cansado de la soledad de los grandes hoteles, viaja por el mundo pegado a un portátil alojándose en lugares donde pueda conocer gente. Sé que su historia parece increíble, pero la he comprobado en Internet.\n\n

    \n Tomamos un taxi los tres hacia Kings Cross, pero el ambiente cosmopolita y festivalero que habíamos conocido un fin de semana, había dejado su lugar a esa inquietante atmósfera que aportan como nadie prostitutas y traficantes. Uno de los tres ingleses que ante nosotros hacían cola para entrar a un bar, tras denegársele la entrada por cogorza, insultó al portero y fue lo último que dijo antes de comenzar una estricta dieta a base de papillas, tal fue el puñetazo que recibió en el rostro, que le rompió la mandíbula y debió doler hasta el sonido. De algún lugar aparecieron otros tres gorilas que comenzaron a golpear salvajemente con puños americanos a los otros dos y al que yacía sangrando en el suelo hasta dejarlos casi inconscientes. Me hubiera gustado poder decir que intervinimos en su defensa o que intentamos detener a aquellos animales, pero lo cierto es que nos quedamos paralizados sin reaccionar ante tanta violencia. Un taxi nos llevó de vuelta al hotel y todavía cuando lo recuerdo se me eriza el cabello, como cuando consulto el saldo de la cuenta.\n\n

    \n Dedicamos el tiempo en Sydney a visitar como tres tenores la ópera, a navegar por la bahía y a acudir a Bondi Beach, enorme playa de surferos sembrada de cuerpos yacientes con especialidad en carne roja muy hecha. \n\n

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    El hostal nos obsequió con una tarde de sangría y clases de salsa, si bien Isra no pudo degustar la primera porque debió pensar la instructora que tenía pinta de latino y cada vez que se acercaba a los vasos le agarraba de la mano y se lo llevaba para explicar a la concurrencia los pasos del baile y lo importante que es mirar a la pareja, aún cuando Isra no quitase ojo al barreño de la bebida. \n\n

    \n La ausencia de compatriotas puede hacer que un italiano parezca tu primo. Y eso es lo que sufrieron los huéspedes del hostal nuestra última noche. Comenzamos hablando de fútbol y acabamos perpetrando un 'o sole mio' que espantamos la palomas. Nos despedimos de Pierre y le regalé nuestra guía de viaje y él a mí su sombrero y nos hicimos muchas promesas de vernos de nuevo en algún otro lugar. Con las mochilas a la espalda y ataviado como John Wayne, embarcamos nuevamente rumbo a nuestro próximo destino.\n\n

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  • Reporte.18: Regreso a Sydney
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