Se olvida del calor la roca, al llegar la noche. Lo expulsa de su alma dura y vuelve a ser fría, y se entrega a la noche oscura, al paso del tiempo lento en el que perdura. Cuenta el eco de los pasos del peregrino que camina. Ve, con resignación, alejarse la senda desde su orilla. Y sabe que solo es paso. Un reposo ávido para liberar de atillos las costillas.\n\n
Se esconde detrás de sus montes la línea recta del horizonte. Talvez a verla escalen sus calles. Qué más da. No hay tiempo… está madura la oliva.\n\n
¿Volveré a acariciar, Jaén, tu piedra viva? Quizás te contaré, mañana, de donde venga y donde iré… y sé Jaén, que no me quedaré, en las laderas de tus montañas de aceite y miel. Seguiré mi camino, cruzando tus callejas retorcidas que huyen siempre hacia arriba. Abrazaré al viento desde tu cruz victoriosa y encendida, escucharé el murmullo de despedidas en el castillo de Santa Catalina y me iré sin ruido… como se fueron los moros, triste y vencida. Minúscula en la onda zanja que trazaron pasos, pies, rodillas… Tenues corrientes humanas. Penas y alegrías en tránsito. Jaén… “Volveré, aún que sea de paso” pienso, mientras me voy despacio.\n\n
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